Vitaminar el pensamiento


Existe un tipo de vitaminas muy especiales, muy nutritivas y con un poder de curación extraordinario. Estas vitaminas son muy poderosas si se saben usar bien y nos pueden ayudar mucho a mejorar nuestro estado de salud general. No hace falta ir al médico para que te las recete, se pueden adquirir desde cualquier lugar. Ahora bien, cuestan un poco de conseguir, requiere cierto esfuerzo. Y encima, con lo valiosas que son, a veces yo he perdido el prospecto, o no he aplicado bien las indicaciones, o me las he olvidado en el neceser de los imprescindibles...   Hoy, mientras ponía orden a algunos pensamientos, quizás no por casualidad, he encontrado ese preciado tesoro. Me he tomado unas pocas vitaminas, tampoco hay que empacharse. Y la verdad es que me han sentado muy bien. Leo las indicaciones:

1. Contra las pre-ocupaciones: si piensas que tienes un problema, tienes un problema. Ocúpate de él. Pero hazlo sólo en cuanto puedas, no antes ni después. No te dediques a pensar constantemente en él, ni a entristecerte mientras vas de camino a casa, en el coche, o cuando estás con amigos.

Busca un momento del día de tranquilidad para “ocuparte” del problema.  En primer lugar, coge un papel apaisado. Mejor si es un folio grande, un DIN-A3, por ejemplo. Redacta objetivamente cual es el problema (1). Debajo de ese enunciado, escribe cual sería para ti el resultado si el problema se hubiera solucionado (2) y, debajo, como te afectaría a ti (3). Hazlo poco a poco, pensando muy bien lo que escribes, sin connotaciones negativas.

Ahora, párate. Muy importante: pregúntate si realmente quieres eso y si quieres solucionarlo o prefieres dejarlo todo como está. Si piensas que no tiene solución, coge la toalla y vete a la playa o hazte una siesta, des-pre-ocúpate, puesto que no tiene solución o no depende de ti. Y lo que haces “pre-ocupándote” es solo esto: mortificarte, amargarte, afectando con ello al resto de tu vida y a tus relaciones con los demás. Los problemas que no dependen de ti, de tus acciones, requieren ser abordados desde una posición diferente: la aceptación y la compasión.

Si tiene solución y la quieres de veras: Vas a hacer una tabla con 5 entradas horizontales (5 filas) y 4 verticales (4 columnas). Sitúate en  la primera columna, y escribe en cada fila  una acción que estén en tu mano para poder solucionarlo, aunque en un principio te parezcan difíciles o lejos de tu objetivo.

1. problema.
2. qué pasaría si se hubiera solucionado.
3. como me afectaría a mí que estuviera solucionado, como me sentiría.


Acciones
Que conseguiré
Mini-acciones
Resultados
1

1,2,..

2



3



4



5





Léelas una vez terminado. Si ves que puedes llevar a cabo alguna acción, entonces contéstate, sinceramente: ¿estás dispuesto a asumir el esfuerzo y la constancia que requiere solucionar problemas? ¿Si? Entonces, Junto a esas 5 acciones, pon al lado de cada una de ellas qué conseguirás con eso. Léelo todo Si ves que hay cambios positivos, pregúntate: ¿Te interesa de veras? Compara ahora tu disposición con la que tenías al principio del ejercicio. Examina si ha  cambiado alguna cosa dentro de ti. ¿Tu disposición es la misma? ¿Quieres continuar?

Si es que sí, ahora, escribe, en la tercera columna, para cada fila,  2 o 3 acciones menores, prácticas y realistas, que te conduzcan, poco a poco, a acercarte más a cada una de esas 5 acciones mayores de la primera columna. A veces, las acciones y las mini-acciones se pueden describir como un cambio de actitud de nuestra parte, una forma diferente de hablar, algo que tu puedes hacer tu para, con posterioridad, observar si el resultado (columna final) te acerca al objetivo.

Una vez hayas terminado el cuadro piensa un poco: ¿Merece la pena el esfuerzo?, ¿realmente quieres solucionarlo?, ¿estás dispuesto a empezar ya? Debes saber que no será fácil, pero tampoco es imposible. Lo difícil sólo cuesta un poco más.

A veces tendrás que dejar de lado el orgullo, el enfado… Y tendrás que superar que a alguien no le guste lo que estás haciendo. E incluso vencer alguna oposición… Cálmate. Debes mantener el esfuerzo, ser constante y repasar de vez en cuando tu tabla de navegación. Cuando hayan pasado unas 2 semanas, observa si hay cambios. Redacta los resultados  ¿son los que esperabas? Si no es así, no te desanimes, sigue probando: añade filas debajo con nuevas acciones para afrontar esos resultados que no quieres. Ves trabajando la tabla hasta que en la columna de resultados se empiecen a reflejar algunos cambios positivos que te conduzcan al objetivo 1.

Te animo a probar esta técnica estratégica que te puede ayudar a solventar problemas, si realmente quieres y asumes la responsabilidad y el esfuerzo que comporta.

Avisos: Vas a tener que ser resistente, paciente, constante y disciplinado. No tires la toalla cuando te apetezca. Aunque el proceso pueda parecer largo, el éxito puede estar esperándote a la vuelta de la esquina. Sigue caminando. El éxito es el fracaso al revés. Esa maravilla incierta que no podemos ver aun estando bien cerca, Y muchos fracasos suelen acontecer cuando se podrían haber evitado de haber perseverado. 

Recuerda guardar en lugar seguro tu tabla de navegación y acudir a ella de vez en cuando mientras te hayas en el proceso de “ocuparte de tu problema”.


2. Contra el enfado.  ¿Qué es el enfado? ¿Por qué nos enfadamos? ¿Qué obtenemos con ello?

El enfado es el resultado de un pensamiento. Nada más, y nada menos. Tenemos derecho a enfadarnos y, a veces, es casi imposible evitarlo. Pero lo que hagamos después con ello es, exclusivamente, nuestra responsabilidad, y es así porque es una opción que uno toma a nivel personal.

Nos enfadamos por diversos motivos: porque no conseguimos lo que queremos, porque “nos sentimos” ofendidos, porque “invaden” nuestro espacio, porque nos han dejado plantados, porque nos han robado, porque los demás no hacen o se comportan como a nosotros nos gustaría, etc. Hay muchos motivos que nos hacen sentir enfadados, pero ese resultado (el enfado) es producto de un pensamiento, en principio primario y luego, de persistir el enfado, elaborado por nosotros mismos.

El enfado inicialmente nos sirve de descarga emocional cuando hemos vivido un momento de tensión, de perturbación de nuestro confort psicológico y/o material. Es una respuesta del sistema nervioso que se activa desde nuestro cerebro límbico o más primitivo. Tensa nuestro organismo a nivel físico con una subida de los niveles de adrenalina y desata una fuerza primigenia que nos devuelve a las respuestas de supervivencia de nuestros antepasados cavernarios: o bien nos prepara para el ataque o para la huida.

Esta respuesta fisiológica, que incluso transmuta nuestro semblante avisando al adversario que nos estamos “encendiendo” para que pare, puede ser difícil de controlar en los primeros momentos. Pero, una vez el daño está hecho, ¿de qué nos sirve continuar enfadados?

Generalmente, la continuación del estado de enfado tiene que ver con el orgullo y el pensamiento circular, que se retroalimenta a sí mismo. Vamos dándole vueltas y vueltas a un hecho que ya ha pasado, quejándonos, subiendo el nivel del agravio a nuestra persona: porqué a mí, porqué así, porqué ahora… con qué derecho…qué se ha creído… Y vamos añadiendo más leña al fuego: lo ha hecho para fastidiarme, me odia, me quiere hacer daño, es un estúpido, se cree superior… También podemos ir en contra de nosotros mismos: soy un fracaso, no tengo remedio, arruino la vida de los demás, soy nocivo… Y de este modo, mientras nos quejamos, nada solucionamos. Continuamos atrapados en el pensamiento que genera sentimientos muy negativos e inútiles para pasar a la acción.

Sé que es difícil calmarse cuando uno entra en ese estado. Pero, precisamente, permanecer ahí sin racionalizar lo sucedido nos precipita a: la violencia (versión macho/hembra-alfa), la inacción (versión conejo delante de los faros de un coche) o la huida (versión rata).  Algunas de estas acciones nos podrían parecer provechosas en determinadas circunstancias, pero hay una cuarta opción, más difícil de tomar y que requiere de cierto entrenamiento. Esta opción ya ha sido mencionada en diferentes ocasiones, desde las filosofías orientales a algunas corrientes de pensamiento como el estoicismo.  Lejos de ser fácil, sin embargo, nos puede ser mucho más útil.

“El que domina a los demás es fuerte. El que se domina a sí mismo es realmente poderoso". Lao-Tsé.



Recuerda que, cuando te enfadas, el problema lo tienes tú. Y que eres tú quien le das poder a la otra persona para enfadarte. Quítale ese poder. Devuélvete a ti mismo tu poder y tu fuerza tranquila para pensar la acción más inteligente frente a esa situación que te ha molestado. Pasos a seguir:

1- Cuando notes que te estás sulfurando: respira hondo. Haz inspiraciones profundas. Toma aire por la nariz contando hasta 4, retenlo contando hasta ocho. Expúlsalo lentamente contando hasta 10. Hazlo hasta diez veces. Si es necesario excúsate para ir al baño y hacer tus respiraciones.

2- Cuando te está molestando la actitud de una persona en un grupo. No le prestes atención. Y dedícate a hablar con otra persona del grupo. Posiblemente encontrarás a tu lado personas agradables que en otro caso no te hubieras molestado en conocer. Y te las hubieras perdido. La persona que se comporta mal en grupo se pone ella misma en evidencia, los demás no son tontos y tarde o temprano se darán cuenta de lo mismo que tú.

3- Si te enfadas con tu pareja por algo que no ha hecho. Lo que NO hay que hacer: ignorarlo guardando un silencio incómodo y duradero, poner caras raras y cuando te pregunte qué te pasa contestar “nada”. Recriminarle toooodo lo que te molesta y que te has ido guardando a lo largo del tiempo, largarte a correrte una juerga con los amigos.  Es preferible exponer claramente y sin gritar, con un tono de voz bajo y pausado, sin exagerar, cómo te sientes y que te gustaría que él hiciera. Buscar algún pacto para que ambos podáis estar mejor juntos. Piensa si realmente eso que te gustaría que hiciera es tan importante para la relación, si antes no te importaba y lo hacías tú de buen grado. Si él o ella hace otras cosas que sí te hacen sentir bien, díselo.

4- Si te molesta algo que alguien ha dicho o hecho: busca el momento adecuado para hablar de la situación. Pídele un tiempo para hablar con él o ella, cuando tenga un momento tranquilo,  porque quieres explicarle un tema importante para ti. Cuando te lo dé, explícale como te sientes cuando él dice o hace determinada cosa, no lo insultes ni le eches en cara como es o no es, sólo explica cómo te sientes cuando hace eso y pregúntale si podría cambiarlo. No lo juzgues. Dale tiempo para explicarse y conocer sus razones. Si ves que la otra persona no quiere o no puede cambiar, igual te conviene dejar espacio entre los dos si no te hace sentir bien. Piensa que nadie cambia si no quiere. Y tú no puedes cambiar a los demás, sólo pedir que no te hagan o digan las cosas que te molestan. Hacerlo o no, será opción suya.

5- Si alguien está enfadado y grita. No entres en una escalada a ver quien levanta más la voz. No le digas frases en voz grave y con aires de superioridad: relaaaajate, no te  pongas nerviooooso… Eso le hará sulfurar más.  Dile, mejor, “veo que estás muy enfadado ahora, prefiero hablar contigo de eso en otro momento más tranquilo”. Debes permitir una salida honrosa de esa persona. No ofenderla.

6- No magnifiques. No hagas más grande el agravio de algo que te han dicho o hecho. Piensa que igual esa persona tenía un mal día y que probablemente si dejas un poco de tiempo, verás que no era tan grave y que igual te molestaste por un comentario sin importancia. Háblalo en otro momento cuando hayas recapacitado sobre si eso era tan ofensivo o simplemente un comentario tonto. El orgullo por tonterías te puede conducir a quedarte solo. Échale sentido del humor al comentario. Y algún día igual puedes bromear sobre ello.

7- No terribilices. Todos nos podemos equivocar. Tu también. Nada es tan grave como nos parece en un principio. No le des vueltas una y otra vez con tu pensamiento a ese hecho u ofensa. Distráete con un hobby, llama a una amiga, cuéntale tu versión a alguien de confianza para que te dé su punto vista. Habla sinceramente y objetivamente. No añadas cosas de tu propia cosecha. Haz esa llamada de ayuda y consejo a alguien que consideres bueno e importante para ti. O si esa persona que te quiere ya no está, piensa en lo que te diría sobre esa situación.

8- Si te ves a punto de estallar en cólera. Mejor date un paseo, haz la respiración de relajación y llévate este papel para leerlo con calma. También puedes utilizar anclas: escoge un objeto: una foto, un amuleto… algo que te haga sentir bien y relajado y póntelo en el bolsillo como un talismán. Cuando veas que te enfadas, te lo sacas del bolsillo, lo miras, lo tocas y piensa en lo bien que te hace sentir eso.


9- Ponte en el lugar de la persona que te ha hecho enfadar. Intenta encontrar posibles razones que le hayan llevado a ello. Si te han robado, piensa que son sólo son cosas materiales. Esa persona, posiblemente, tiene muchas carencias y el robo, aunque no lo necesitase económicamente, demuestra lo débil y vulnerable que es.

10- Si tu pareja te ha engañado con otro, tienes razón en enfadarte, pero eso no te la va a devolver. Y si así lo hiciera, el enfado como medio de recuperar el amor, es un fracaso porque el cariño y el amor no se consiguen por la fuerza. El amor, como la autoridad,  te lo otorgan sin pedirlo, sin exigirlo. Déjala ir, aunque te cueste ya que está buscando en otros algo que tú no le puedes dar o que ella no quiere tomar. Ábrete a conocer otras personas. Lo que tenías murió y ahora es otro tipo de relación, o te adaptas, aceptas como es y la perdonas si quiere volver, o dejas que se vaya y te alejas para seguir un nuevo camino.

3. Contra el pensamiento negativo.

Puede parecer una obviedad: contra el pensamiento negativo sólo hay una opción: hay que trabajar el pensamiento en positivo.

Si piensas que algo saldrá mal, le estás poniendo toda tu atención a que saldrá mal. Y posiblemente ocurrirá así.

Si piensas en positivo que puede salir bien y que vale la pena intentarlo y pensar así, irás con un estado de ánimo facilitador, favorecerás tu energía, tu predisposición, hasta tu atractivo se verá influido,  te mostrarás más tranquilo y menos pre-ocupado para que algo surja bien. Los demás perciben esa tranquilidad y están más dispuestos a hablar con personas positivas y optimistas que con quienes le ven pegas a todo o necesitan que les insistan constantemente para hacer algo.

No caigas en la trampa del “no-tengo” o “no-soy”. No te juzgues con esos parámetros. Supera tus limitaciones y recuerda lo afortunado que eres. Da las gracias por lo bueno que te ocurre, a menudo se nos olvida, y recuerda que siempre puedes cambiar tu actitud ante lo que sucede. Quizás no puedas cambiar las cosas que pasan y que no te gustan, pero sí el cómo te las tomes. 

Practica la flexibilidad, el pensamiento positivo cambia la manera de acercarse a las personas, acepta que no todo está en tu mano para poder ser cambiado, aunque sí puedes transformarte a ti mismo.  Permítete ser un poco más feliz y disfrutar de la vida sin esperar que la vida se amolde a tí. Date una oportunidad y dásela a los demás contigo.

Tú no estás dentro de la cabeza de otras personas, por lo tanto, no puedes saber exactamente qué piensan o cómo se sienten contigo. No te condiciones pensando en el qué dirán o que quizás no gustes, no te esfuerces por agradar a todo el mundo. Es imposible. Y, además, muy agotador. Sé tú mismo, acéptate e intenta aprender y crecer como persona.

Haz cosas desinteresadamente, ayuda a alguien próximo a hacer algo que le cueste.  Dirige un poco de atención a alguien tímido que no se atreve a hablar con los demás. Verás que bien te sientes.

No juzgues a la gente por su apariencia o por los errores que hayan cometido en el pasado. Sé compasivo. Perdona. No hace falta que te cases con esas personas, ni que frecuentes ambientes que no te agraden.  Sigue tu camino y procura no pasar a los demás por un cedazo tan fino. No pienses tanto sobre cómo son o como deberían ser. Vive, disfruta de su compañía si quieres.

Si lo necesitas, tómate tu tiempo para estar contigo mismo. Pero no te quedes solo o sola muy a menudo. A veces hay que esforzarse un poquito para hacer según qué cosas. Piensa que un buen resultado suele ser fruto de una acción constante y sincera.

Interésate si alguien te está contando un problema. Para él o ella es importante y te ha brindado su confianza. Aunque se te haga un poco pesado, todos necesitamos alguna vez a alguien que nos escuche. Si ves que está dispuesto, anímalo con un abrazo. Son gratis y hacen muy bien a quien los da y a quien lo recibe.

Intenta encontrar el lado positivo de las situaciones, aunque cueste. Si alguien se va... se crea espacio para los que vendrán, si pierdes un objeto... piensa que te fue útil pero que también puedes vivir sin él y quizás encontrarás otro mejor, si la fiesta fue un aburridísima puedes pensar en otras maneras de hacer las cosas y ser más creativo..., si perdiste el trabajo es hora de un nuevo comienzo, otros aprendizajes que den  sentido a tu vida…

Estas son sólo algunas de las vitaminas para el pensamiento que podemos tomar, o no. Yo las expongo aquí porque para eso he creado este espacio, sin ánimo de proponer verdades absolutas. Simplemente, porque a mí me ha ido bien ponerlas en práctica en algún momento, aunque a veces se me olvidan o me cuesta aplicarlas. Para mí tienen sentido, me ayudan a crecer como persona y me hacen sentir mejor en situaciones difíciles. Compartir estas reflexiones me hace sentir mejor porque pienso que, quizás, a ti o a alguien le puedan servir también de alguna manera. 

En Jaque o Mate. El poder de las palabras

Las personas creamos nuestra forma de pensar con lo que vemos, oimos,  vivimos… pero sobretodo y además de ver, oir y sentir, lo hacemos a través de las palabras. Nos explicamos lo que ocurre y lo que sentimos a través de nuestro diálogo interior, con palabras silenciosas que van directas al cerebro, como un chute. Generalmente lo hacemos de forma sutil, no nos damos cuenta.  Ahí es donde deberíamos entrar de vez en cuando (lo hacemos poco) ¿Has prestado atención alguna vez a como te hablas a ti mism@?  Y… ¿Cómo les hablas a /o de los demás? En función de cómo te hables a ti mism@, así mismo irás construyendo tu realidad.
Si por ejemplo te dices: “soy un fracasado, un inútil” , ese pensamiento lo único que hace es instalarse en tu identidad como persona, lesionar tu autoestima y - ojo porque esto es importante- te va a impedir pasar a la acción, como ya te percibes así ¿para qué te vas a molestar en hacer algo por solucionar un problema? Si por el contrario te dices: “he cometido errores pero también alguna cosa he hecho bien”  dejas el error, la falta, fuera de tu identidad como persona  y abres la puerta a tener éxito en otras cosas que hagas.

No es lo mismo decir “soy tímido” que: “me cuesta relacionarme”,  o “soy gorda” que “me sobran 10 kilos”.  Con la segunda fórmula se abren posibilidades para hacer el esfuerzo  que nos va a servir para cambiar lo que no nos gusta, sin ponernos etiquetas totalitarias que nos limiten y nos impidan actuar recordándonos que “somos así o asá”. Se trata de cambiar el verbo soy (que es muy fuerte) por el hago, estoy…

Lo mismo ocurre en la forma de percibir a los demás. Si decimos “menganita es gilipollas”  ahí condicionamos su identidad totalmente. Es un totalitarismo que condicionará nuestra actitud hacia ella y nos impedirá ver otras cosas positivas. Si cuesta aceptar a esa persona por algo que ha hecho es preferible explicarse y decirle que “eso que ha hecho a ti no te ha sentado bien, o que está mal porque…” o incluso alejarte un tiempo para pensar si te interesa frecuentar a esa persona, pero es preferible entender que “menganita ha hecho una gilipollez, una tonteria...” que no juzgarla absolutamente con una etiqueta.

De igual modo, no te dejes atrapar emocionalmente cuando alguien te quiera colgar una etiqueta del tipo: “es que tu eres…” o “tu siempre…”  porque los totalitarismos (soy siempre, nunca, todos…) impiden ver otras posibilidades, aprovechar el error para cambiar, crecer y aceptar/nos en este camino de aprendizajes que es la vida.    Y quien diga lo contrario “es un mentiros@”. Noo: “miente o se equivoca”. A ver, ¿quien no ha mentido alguna vez?

La tendencia mejorante

¡Una buena noticia! Todos la tenemos.



Todo ser humano posee un poderoso potencial para el cambio, nuestra tarea es hacer salir dicho potencial de forma natural. W.R. Miller y S. Rollnick.

Todas las personas, a excepción de aquellas que están a merced de una enfermedad mental distorsionadadora o sufren una degeneración física incapacitante, poseemos esta inclinación -en parte natural y en parte adquirida a través de siglos de socialización-  a mejorar nuestro quehacer.

A lo largo de los siglos el ser humano, las sociedades que lo integran, tratan de optimizar su trabajo, sus herramientas, su arte, sus relaciones, su alimentación, sus condiciones de vida, etc. introduciendo innovaciones y evaluando los resultados. Ésta es una tendencia que nos conduce a hacer cambios, en ocasiones casi de forma imperceptible, en casi todo lo que hacemos y que va pareja a la experimentación del acierto-error.  

Se podría objetar que no es cierto que esos cambios efectivamente mejoren el objeto de nuestra atención y que el cambio no siempre responde a una tendencia mejorante. Cierto, sólo en parte, si nos centramos exclusivamente en el resultado. El resultado de aplicar lo que pensamos que puede ser una mejora no siempre es mejor que el modelo original -sin olvidar que a su vez éste ha ido integrando diversos cambios a lo largo de su historia de realización-.

La tendencia, indiferentemente del resultado, sea éste considerado óptimo o no, existe y la podemos potenciar.

Cosa parecida seria objetar que  el refinamiento en la forma de matar, de un psicópata o de un Estado, por ejemplo, no es una tendencia mejorante. No se pretende con esta afirmación entrar en valoraciones sobre la “bondad” de la acción u objeto de mejora, sino hacer emerger la existencia de esta tendencia mejorante a la conciencia, para que pueda ser vista y aprovechada en un mejor servicio hacia uno mismo y hacia los demás. Nos conviene hacerlo. 


El objeto al que apliquemos la tendencia mejorante (uno la puede usar para abrir una casa y entrar a robar y  también la puede utilizar para hacer una exquisita paella y para hacerse entender mejor al comunicarse con los demás y…) es algo que cae dentro de la esfera de la moral y la ética. En este sentido, entrarían en juego los valores, tema que podrá ser abordado también en este blog.

Con ello se trata, pues, de devolver la fe en la capacidad que tienen todas las personas de mejorar y en la propia capacidad para optimizar la forma de relacionarnos con los demás, de vivir las situaciones, de hacer cosas, de participar en la sociedad.

Si analizamos esta condición humana con  perspectiva, vemos que por eso aprendemos y evolucionamos, no sin pasar por distintos momentos de acierto-error y su pareja valoración.


Siendo así que redescubrimos que poseemos este recurso, seria inteligente tomar conciencia de cómo podemos potenciarlo en nuestro favor y la primera cuestión interesante que se me ocurre es:

“Pensar un poco más cada día qué parcela, actividad, relación u objeto de mi vida cotidiana se puede ver beneficiada a través de la tendencia mejorante”.  
A su vez y  utilizando la perspectiva comprobaremos que el beneficio de aplicarla acaba revertiendo de nuevo en la fuente, o sea, en uno mismo.

La salud (por ejemplo: introduciendo en la dieta más cantidad de alimentos saludables, reduciendo otros que no aportan tanto beneficio, salir a caminar más seguido, fumar o beber menos… ).

Las relaciones sociales (recordar los nombres de las personas, hacer más cumplidos sinceros, interesarse sinceramente por los demás, por lo que cuentan escuchando sin interrumpir, ayudar a alguien sin esperar nada a cambio…). 
El trabajo… La pareja… La casa o el piso donde vivo…

Paradojas de la vida


Es curioso, pero no nos damos cuenta de lo paradójica que es la vida:  Lo blando vence a lo duro, así pasa cuando el agua va  socavando gota a gota la piedra; lo lento gana a lo rápido, como cuenta la fábula de la tortuga astuta que ganó a la liebre a pesar de que ésta corría más. Construimos casas con ladrillos pero vivimos en el vacio interior, desde el momento que nacemos ya estamos muriendo, nos enfadamos con quien más queremos,  ignoramos a quien nos gusta, olvidamos a quienes más nos necesitan, sufrimos luchando por tener más el dia de mañana y nos olvidamos de disfrutar el ahora... ¿Porqué somos así? 

Está en nuestra naturaleza. Pero es bueno que a veces alguien nos recuerde que:  no hace falta correr tanto, ni quererlo tener todo bajo control, que lo perfecto suele ser poco eficaz, que al final todos vamos al mismo sitio y que el elemento más flexible, como el junco que se doblega con el viento, es el que domina el sistema. 

A veces es aconsejable ceder pacíficamente, aceptar otros puntos de vista y maneras de ver las cosas, dejar que las cosas ocurran de un modo natural. Luego te das cuenta de que todo llega y todo pasa… Y que lo que ayer te preocupaba, en realidad, no era tan importante.

Viaje a ITACA



La vida se parece un poco al viaje de Ulises a Itaca. Esperando llegar a ese lugar (un deseo) que nos colmará al fin de satisfacción y riquezas...  Pero las riquezas no están al final, sino en el camino. Y a veces, incluso llegando a ese final tan esperado, la satisfacción de lo que has 
conseguido no es tan grande como imaginabas.
Quizás no  importa tanto el final, si has conseguido o no tus metas,  lo que te habías imaginado que sería tu vida,  no importa tanto el destino (aunque haya que escoger alguno para empezar a caminar),  ni el lugar al que te dirijas... (al fin y al cabo todos vamos, sin excepción, al mismo sitio), sinó el camino que recorres y como lo caminas..., las experiencias que vives, como te enfrentas a los problemas, lo que sientes, lo que compartes, lo que aprendes,... un dia puedes tenerlo todo y al otro perderlo todo y quedarte solo o sola, y tienes que volver a empezar (como en la famosa peli del dia de la marmota -en realidad se titula "atrapado en el tiempo" del actor Bill Murray-muy recomendable).


Hay personas que tienen que empezar muchas veces sus vidas, el cambio es una constante en su vida, otras habitan una vida que para muchos seria monótona y aburrida, sin cambios substanciales  y al final... ¿que queda?
¿No es mejor aprender ( y con ello equivocarse muchas veces), para después comprender, amar, maravillarse  y disfrutar de las cosas pequeñas y sencillas, de los buenos momentos, de los amigos... sin esperar grandezas?
Quien te dice a ti que no te lo vas a pasar mejor 5 dias en... Cádiz,  que un mes a todo lujo en unas islas del Caribe... todo depende de lo que te ocurra y de como lo vivas,  de lo que hagas con las cosas que te van sucediendo, con tu vida y con las personas que te vas encontrando mientras la vas viviendo, con atención plena y consciente en el presente.