En Jaque o Mate. El poder de las palabras

Las personas creamos nuestra forma de pensar con lo que vemos, oimos,  vivimos… pero sobretodo y además de ver, oir y sentir, lo hacemos a través de las palabras. Nos explicamos lo que ocurre y lo que sentimos a través de nuestro diálogo interior, con palabras silenciosas que van directas al cerebro, como un chute. Generalmente lo hacemos de forma sutil, no nos damos cuenta.  Ahí es donde deberíamos entrar de vez en cuando (lo hacemos poco) ¿Has prestado atención alguna vez a como te hablas a ti mism@?  Y… ¿Cómo les hablas a /o de los demás? En función de cómo te hables a ti mism@, así mismo irás construyendo tu realidad.
Si por ejemplo te dices: “soy un fracasado, un inútil” , ese pensamiento lo único que hace es instalarse en tu identidad como persona, lesionar tu autoestima y - ojo porque esto es importante- te va a impedir pasar a la acción, como ya te percibes así ¿para qué te vas a molestar en hacer algo por solucionar un problema? Si por el contrario te dices: “he cometido errores pero también alguna cosa he hecho bien”  dejas el error, la falta, fuera de tu identidad como persona  y abres la puerta a tener éxito en otras cosas que hagas.

No es lo mismo decir “soy tímido” que: “me cuesta relacionarme”,  o “soy gorda” que “me sobran 10 kilos”.  Con la segunda fórmula se abren posibilidades para hacer el esfuerzo  que nos va a servir para cambiar lo que no nos gusta, sin ponernos etiquetas totalitarias que nos limiten y nos impidan actuar recordándonos que “somos así o asá”. Se trata de cambiar el verbo soy (que es muy fuerte) por el hago, estoy…

Lo mismo ocurre en la forma de percibir a los demás. Si decimos “menganita es gilipollas”  ahí condicionamos su identidad totalmente. Es un totalitarismo que condicionará nuestra actitud hacia ella y nos impedirá ver otras cosas positivas. Si cuesta aceptar a esa persona por algo que ha hecho es preferible explicarse y decirle que “eso que ha hecho a ti no te ha sentado bien, o que está mal porque…” o incluso alejarte un tiempo para pensar si te interesa frecuentar a esa persona, pero es preferible entender que “menganita ha hecho una gilipollez, una tonteria...” que no juzgarla absolutamente con una etiqueta.

De igual modo, no te dejes atrapar emocionalmente cuando alguien te quiera colgar una etiqueta del tipo: “es que tu eres…” o “tu siempre…”  porque los totalitarismos (soy siempre, nunca, todos…) impiden ver otras posibilidades, aprovechar el error para cambiar, crecer y aceptar/nos en este camino de aprendizajes que es la vida.    Y quien diga lo contrario “es un mentiros@”. Noo: “miente o se equivoca”. A ver, ¿quien no ha mentido alguna vez?