Recursos para la práctica de la reflexión y el acompañamiento en procesos de aprendizaje y cambio.
Tristeza pasajera
La tristeza pasajera no es un estado, no
hay que confundirla con la melancolía o
el estado de depresión. Hay muchos conceptos que confundimos y que conviene
diferenciar por nuestro bien (como el de ser un niño muy activo e inquieto y
etiquetarlo como hiperactivo, y no es así). Cualquiera de nosotros se ha
sentido triste alguna vez. Es algo común a todos los mortales y quien diga lo
contrario está faltando a la verdad.

Hoy en día sentirse triste parece
sinónimo de “estar deprimido” y viene a ser algo parecido a “estar apestado”…
Si nos sentimos tristes en seguida nos preocupamos: ¿estaré deprimido/a? nos
preguntamos angustiados ante la duda de si vamos a caer en un abismo del que podría
ser difícil salir. Quienes están a tu lado corroboran ese pánico a la tristeza
y en seguida se ponen, con la mejor de las intenciones, manos a la obra: “anímate”
–dicen. Vamos a ver, si estoy triste y tengo un mal día no me voy a poner a dar
saltos de alegría o a explicarme un chiste que me haga reír, porque no funciona;
“vive la vida”… Yo digo: pero… si… precisamente estoy triste es ¡porque estoy
muy viva!; y ésta otra es muy común: “sal a divertirte, no te quedes en casa” cuando lo que me apetece es estar un rato
tranquila, porque hay que ver pasar a la tristeza, entenderla y superarla. Es un
sentimiento que viene acompañado de sensaciones, casi siempre desagradables, que
no puedes apagar de golpe, como tampoco puedes apagar una pasión como si tal
cosa, así, de repente.
Tener momentos de tristeza, aun sin
motivo aparente, no nos condena al ostracismo, a la rareza, a la
autodestrucción. A veces, la tristeza es positiva, recomendable incluso diría.
Nos puede servir para pararnos unos momentos de esta agitada vida que llevamos
y reflexionar sobre el por qué nos sentimos así. Y eso ES BUENO. La vida no es fácil, lo sabemos, muchas de las
cosas que esperábamos con ilusión se truncan, perdemos seres queridos, nos
enfrentamos a situaciones que parecen superarnos y vamos tirando,
despertándonos automáticamente para seguir con nuestras rutinas… hasta que un
día nos sentimos raros, con pocas ganas de hacer cosas, nostálgicos, añorados
de aquel pasado en que las cosas creíamos que nos iban mejor. ES NORMAL. La
tristeza no es una peste de la que hay que huir. Si la pretendes tapar, tarde o
temprano, saldrá de nuevo a la luz, y puede que de un modo menos conveniente. Es
preferible reconocerse en ese momento, cuando sobreviene, sentirla e intentar tranquilizarse con algunas
respiraciones profundas para, cuando se esté más tranquilo, pensar en sus
posibles causas sin terribilizar, entendiendo que muchas cosas suceden sin que las
busquemos, siendo amables y compasivos con uno mismo/a, sitiéndose ser humano,
imperfecto, común a todo el resto de personas que también pasan sus momentos de
tristeza.
Sin embargo, sí que podemos hacer
algunas cosas para continuar avanzando en nuestro crecimiento personal y
superar estos momentos. Tenemos un camino a recorrer para trabajar con nuestras
emociones. Dejárnoslas sentir sí, permitir que se conviertan en un estado
permanente no es aconsejable. Para salir de ahí y evitar que se conviertan en
un “estado” tenemos que poner un poquito de voluntad y un ligero esfuerzo. No
hace falta correr (como dice un amigo mío “correr es de cobardes”). Es como
cuando hacemos una caminata larga y vamos andando despacito porque sabemos que
aun nos queda un buen trecho, descansando, haciendo un alto en el camino para
respirar y alimentarnos… Es una metáfora pero vale.
Algunas pequeñas acciones pueden ir
cambiando nuestra actitud para que encima de los cambios que vayamos haciendo
podamos ir construyendo otra disposición del ánimo. Algunas pueden parecer poco
importantes pero por sencillas que parezcan son efectivas. Como no sólo somos
mente, sino también cuerpo podemos empezar con algo físico o postural. Por
ejemplo, la respiración diafragmática:
hacer unas 10 respiraciones profundas seguidas llenando de aire el estómago y
los pulmones. También nos puede ayudar salir a caminar, en ese caso es conveniente llevar un paso relajado y una postura correcta -no agaches la cabeza,
puesto que predispone a bajar el ánimo, mantén la espalda recta y los hombros
hacia atrás cuando camines-, e incrementar
la cantidad de fruta en la dieta (los azúcares naturales son un buen aliado
para nuestra salud –somos lo que comemos-.
En el aspecto psicológico hay algunas
recomendaciones que pueden ayudarnos cuando iniciemos la reflexión. Básicamente
nos conducen a identificar ideas irracionales que nos hacen sentir mal. Las
expone muy claramente Albert Ellis en su obra y pertenecen al campo de la terapia
racional emotivo-cognitiva (TREC) que siguen algunos terapeutas. En primer
lugar es importante aceptarse, tanto
si estás triste como eufórico, con tu pasado y tu físico, con tu forma de ser sin
perder de vista que no siempre está en tu mano cambiar determinadas cosas –es mentira que si deseas algo muy
intensamente se hará realidad, no siempre es así, hay que aceptarlo, pero si puedes
mejorar algunos aspectos de ti, si quieres. Otro paso cognitivo es identificar la “terribilitis”: evitar
la tendencia a dar excesiva importancia a determinados hechos que consideramos
negativos, a agrandarlos y a juzgar severamente a los otros y a uno mismo. Otro
más: diferenciar entre necesidades y
deseos: puedes desear tener una pareja estable pero eso, que es muy natural
y comprensible, no es una necesidad sin la cual no puedas vivir, muévete para
conseguirlo si es tu deseo, pero no confundas ése deseo con algo que te impida disfrutar
de otras situaciones. Hazte la pregunta y combate tus creencias erróneas.
Vitaminar el pensamiento
Existe un
tipo de vitaminas muy especiales, muy nutritivas y con un poder de curación
extraordinario. Estas vitaminas son muy poderosas si se saben usar bien y nos
pueden ayudar mucho a mejorar nuestro estado de salud general. No hace falta ir
al médico para que te las recete, se pueden adquirir desde cualquier lugar. Ahora
bien, cuestan un poco de conseguir, requiere cierto esfuerzo. Y encima, con lo
valiosas que son, a veces yo he perdido el prospecto, o no he aplicado bien las
indicaciones, o me las he olvidado en el neceser de los imprescindibles... Hoy,
mientras ponía orden a algunos pensamientos, quizás no por casualidad, he
encontrado ese preciado tesoro. Me he tomado unas pocas vitaminas, tampoco hay
que empacharse. Y la verdad es que me han sentado muy bien. Leo las
indicaciones:
1. Contra las pre-ocupaciones: si piensas
que tienes un problema, tienes un problema. Ocúpate de él. Pero hazlo
sólo en cuanto puedas, no antes ni después. No te dediques a pensar
constantemente en él, ni a entristecerte mientras vas de camino a casa, en el
coche, o cuando estás con amigos.
Busca un
momento del día de tranquilidad para “ocuparte” del problema. En primer lugar, coge un papel apaisado. Mejor
si es un folio grande, un DIN-A3, por ejemplo. Redacta objetivamente cual es el
problema (1). Debajo de ese enunciado, escribe cual sería para ti el resultado
si el problema se hubiera solucionado (2) y, debajo, como te afectaría a ti (3).
Hazlo poco a poco, pensando muy bien lo que escribes, sin connotaciones
negativas.
Ahora, párate.
Muy importante: pregúntate si realmente quieres eso y si quieres solucionarlo o
prefieres dejarlo todo como está. Si piensas que no tiene solución, coge la toalla
y vete a la playa o hazte una siesta, des-pre-ocúpate, puesto que no tiene
solución o no depende de ti. Y lo que haces “pre-ocupándote” es solo esto: mortificarte,
amargarte, afectando con ello al resto de tu vida y a tus relaciones con los
demás. Los problemas que no dependen de ti, de tus acciones, requieren ser
abordados desde una posición diferente: la aceptación y la compasión.
Si tiene
solución y la quieres de veras: Vas a hacer una tabla con 5 entradas
horizontales (5 filas) y 4 verticales (4 columnas). Sitúate en la primera columna, y escribe en cada fila una acción que estén en tu mano para poder solucionarlo, aunque en un
principio te parezcan difíciles o lejos de tu objetivo.
1. problema.
2. qué
pasaría si se hubiera solucionado.
3. como me
afectaría a mí que estuviera solucionado, como me sentiría.
![]() |
Acciones
|
Que
conseguiré
|
Mini-acciones
|
Resultados
|
1
|
1,2,..
|
||
2
|
|||
3
|
|||
4
|
|||
5
|
Léelas una
vez terminado. Si ves que puedes llevar a cabo alguna acción, entonces
contéstate, sinceramente: ¿estás dispuesto a asumir el esfuerzo y la constancia
que requiere solucionar problemas? ¿Si? Entonces, Junto a esas 5 acciones, pon al lado de cada una de ellas qué conseguirás con
eso. Léelo todo Si ves que hay cambios positivos, pregúntate: ¿Te interesa de
veras? Compara ahora tu disposición con la que tenías al principio del
ejercicio. Examina si ha cambiado alguna
cosa dentro de ti. ¿Tu disposición es la misma? ¿Quieres continuar?
Si es que sí,
ahora, escribe, en la tercera columna, para cada fila, 2 o 3 acciones menores, prácticas y
realistas, que te conduzcan, poco a poco, a acercarte más a cada una de esas 5
acciones mayores de la primera columna. A veces, las acciones y las
mini-acciones se pueden describir como un cambio de actitud de nuestra parte,
una forma diferente de hablar, algo que tu puedes hacer tu para, con
posterioridad, observar si el resultado (columna final) te acerca al objetivo.
Una vez hayas
terminado el cuadro piensa un poco: ¿Merece la pena el esfuerzo?, ¿realmente
quieres solucionarlo?, ¿estás dispuesto a empezar ya? Debes saber que no será
fácil, pero tampoco es imposible. Lo difícil sólo cuesta un poco más.
A veces
tendrás que dejar de lado el orgullo, el enfado… Y tendrás que superar que a
alguien no le guste lo que estás haciendo. E incluso vencer alguna oposición… Cálmate.
Debes mantener el esfuerzo, ser constante y repasar de vez en cuando tu tabla
de navegación. Cuando hayan pasado unas 2 semanas, observa si hay cambios. Redacta
los resultados ¿son los que
esperabas? Si no es así, no te desanimes, sigue probando: añade filas debajo
con nuevas acciones para afrontar esos resultados que no quieres. Ves trabajando
la tabla hasta que en la columna de resultados se empiecen a reflejar algunos cambios
positivos que te conduzcan al objetivo 1.
Te animo a
probar esta técnica estratégica que te puede ayudar a solventar problemas, si
realmente quieres y asumes la responsabilidad y el esfuerzo que comporta.
Avisos: Vas a
tener que ser resistente, paciente, constante y disciplinado. No tires la
toalla cuando te apetezca. Aunque el proceso pueda parecer largo, el éxito
puede estar esperándote a la vuelta de la esquina. Sigue caminando. El éxito es
el fracaso al revés. Esa maravilla incierta que no podemos ver aun estando bien
cerca, Y muchos fracasos suelen acontecer cuando se podrían haber evitado de
haber perseverado.
Recuerda
guardar en lugar seguro tu tabla de navegación y acudir a ella de vez en cuando
mientras te hayas en el proceso de “ocuparte de tu problema”.
2. Contra el enfado. ¿Qué es el enfado? ¿Por qué nos enfadamos?
¿Qué obtenemos con ello?
El enfado es
el resultado de un pensamiento. Nada más, y nada menos. Tenemos derecho a
enfadarnos y, a veces, es casi imposible evitarlo. Pero lo que hagamos después con
ello es, exclusivamente, nuestra responsabilidad, y es así porque es una opción
que uno toma a nivel personal.
Nos enfadamos
por diversos motivos: porque no conseguimos lo que queremos, porque “nos
sentimos” ofendidos, porque “invaden” nuestro espacio, porque nos han dejado
plantados, porque nos han robado, porque los demás no hacen o se comportan como
a nosotros nos gustaría, etc. Hay muchos motivos que nos hacen sentir
enfadados, pero ese resultado (el enfado) es producto de un pensamiento, en
principio primario y luego, de persistir el enfado, elaborado por nosotros
mismos.
El enfado
inicialmente nos sirve de descarga emocional cuando hemos vivido un momento de
tensión, de perturbación de nuestro confort psicológico y/o material. Es una
respuesta del sistema nervioso que se activa desde nuestro cerebro límbico o
más primitivo. Tensa nuestro organismo a nivel físico con una subida de los niveles
de adrenalina y desata una fuerza primigenia que nos devuelve a las respuestas
de supervivencia de nuestros antepasados cavernarios: o bien nos prepara para
el ataque o para la huida.
Esta
respuesta fisiológica, que incluso transmuta nuestro semblante avisando al
adversario que nos estamos “encendiendo” para que pare, puede ser difícil de
controlar en los primeros momentos. Pero, una vez el daño está hecho, ¿de qué
nos sirve continuar enfadados?
Generalmente,
la continuación del estado de enfado tiene que ver con el orgullo y el
pensamiento circular, que se retroalimenta a sí mismo. Vamos dándole vueltas y
vueltas a un hecho que ya ha pasado, quejándonos, subiendo el nivel del agravio
a nuestra persona: porqué a mí, porqué así, porqué ahora… con qué derecho…qué
se ha creído… Y vamos añadiendo más leña al fuego: lo ha hecho para
fastidiarme, me odia, me quiere hacer daño, es un estúpido, se cree superior…
También podemos ir en contra de nosotros mismos: soy un fracaso, no tengo
remedio, arruino la vida de los demás, soy nocivo… Y de este modo, mientras nos
quejamos, nada solucionamos. Continuamos atrapados en el pensamiento que genera
sentimientos muy negativos e inútiles para pasar a la acción.
Sé que es
difícil calmarse cuando uno entra en ese estado. Pero, precisamente, permanecer
ahí sin racionalizar lo sucedido nos precipita a: la violencia (versión
macho/hembra-alfa), la inacción (versión conejo delante de los faros de un
coche) o la huida (versión rata).
Algunas de estas acciones nos podrían parecer provechosas en
determinadas circunstancias, pero hay una cuarta opción, más difícil de tomar y
que requiere de cierto entrenamiento. Esta opción ya ha sido mencionada en
diferentes ocasiones, desde las filosofías orientales a algunas corrientes de
pensamiento como el estoicismo. Lejos de
ser fácil, sin embargo, nos puede ser mucho más útil.
“El que
domina a los demás es fuerte. El que se domina a sí mismo es realmente
poderoso". Lao-Tsé.
Recuerda que,
cuando te enfadas, el problema lo tienes tú. Y que eres tú quien le das poder a
la otra persona para enfadarte. Quítale ese poder. Devuélvete a ti mismo tu
poder y tu fuerza tranquila para pensar la acción más inteligente frente a esa
situación que te ha molestado. Pasos a seguir:
1- Cuando
notes que te estás sulfurando: respira hondo. Haz inspiraciones profundas. Toma
aire por la nariz contando hasta 4, retenlo contando hasta ocho. Expúlsalo
lentamente contando hasta 10. Hazlo hasta diez veces. Si es necesario excúsate
para ir al baño y hacer tus respiraciones.
2- Cuando te
está molestando la actitud de una persona en un grupo. No le prestes atención.
Y dedícate a hablar con otra persona del grupo. Posiblemente encontrarás a tu
lado personas agradables que en otro caso no te hubieras molestado en conocer.
Y te las hubieras perdido. La persona que se comporta mal en grupo se pone ella
misma en evidencia, los demás no son tontos y tarde o temprano se darán cuenta
de lo mismo que tú.
3- Si te
enfadas con tu pareja por algo que no ha hecho. Lo que NO hay que hacer:
ignorarlo guardando un silencio incómodo y duradero, poner caras raras y cuando
te pregunte qué te pasa contestar “nada”. Recriminarle toooodo lo que te
molesta y que te has ido guardando a lo largo del tiempo, largarte a correrte
una juerga con los amigos. Es preferible
exponer claramente y sin gritar, con un tono de voz bajo y pausado, sin
exagerar, cómo te sientes y que te gustaría que él hiciera. Buscar algún pacto para
que ambos podáis estar mejor juntos. Piensa si realmente eso que te gustaría
que hiciera es tan importante para la relación, si antes no te importaba y lo
hacías tú de buen grado. Si él o ella hace otras cosas que sí te hacen sentir
bien, díselo.
4- Si te
molesta algo que alguien ha dicho o hecho: busca el momento adecuado para
hablar de la situación. Pídele un tiempo para hablar con él o ella, cuando
tenga un momento tranquilo, porque
quieres explicarle un tema importante para ti. Cuando te lo dé, explícale como
te sientes cuando él dice o hace determinada cosa, no lo insultes ni le eches
en cara como es o no es, sólo explica cómo te sientes cuando hace eso y
pregúntale si podría cambiarlo. No lo juzgues. Dale tiempo para explicarse y
conocer sus razones. Si ves que la otra persona no quiere o no puede cambiar,
igual te conviene dejar espacio entre los dos si no te hace sentir bien. Piensa
que nadie cambia si no quiere. Y tú no puedes cambiar a los demás, sólo pedir
que no te hagan o digan las cosas que te molestan. Hacerlo o no, será opción
suya.
5- Si alguien
está enfadado y grita. No entres en una escalada a ver quien levanta más la
voz. No le digas frases en voz grave y con aires de superioridad: relaaaajate,
no te pongas nerviooooso… Eso le hará
sulfurar más. Dile, mejor, “veo que
estás muy enfadado ahora, prefiero hablar contigo de eso en otro momento más
tranquilo”. Debes permitir una salida honrosa de esa persona. No ofenderla.
6- No
magnifiques. No hagas más grande el agravio de algo que te han dicho o hecho. Piensa
que igual esa persona tenía un mal día y que probablemente si dejas un poco de
tiempo, verás que no era tan grave y que igual te molestaste por un comentario
sin importancia. Háblalo en otro momento cuando hayas recapacitado sobre si eso
era tan ofensivo o simplemente un comentario tonto. El orgullo por tonterías te
puede conducir a quedarte solo. Échale sentido del humor al comentario. Y algún
día igual puedes bromear sobre ello.
7- No
terribilices. Todos nos podemos equivocar. Tu también. Nada es tan grave como
nos parece en un principio. No le des vueltas una y otra vez con tu pensamiento
a ese hecho u ofensa. Distráete con un hobby, llama a una amiga, cuéntale tu
versión a alguien de confianza para que te dé su punto vista. Habla
sinceramente y objetivamente. No añadas cosas de tu propia cosecha. Haz esa
llamada de ayuda y consejo a alguien que consideres bueno e importante para ti.
O si esa persona que te quiere ya no está, piensa en lo que te diría sobre esa
situación.
8- Si te ves
a punto de estallar en cólera. Mejor date un paseo, haz la respiración de
relajación y llévate este papel para leerlo con calma. También puedes utilizar
anclas: escoge un objeto: una foto, un amuleto… algo que te haga sentir bien y
relajado y póntelo en el bolsillo como un talismán. Cuando veas que te enfadas,
te lo sacas del bolsillo, lo miras, lo tocas y piensa en lo bien que te hace
sentir eso.
9- Ponte en
el lugar de la persona que te ha hecho enfadar. Intenta encontrar posibles
razones que le hayan llevado a ello. Si te han robado, piensa que son sólo son
cosas materiales. Esa persona, posiblemente, tiene muchas carencias y el robo,
aunque no lo necesitase económicamente, demuestra lo débil y vulnerable que es.
10- Si tu
pareja te ha engañado con otro, tienes razón en enfadarte, pero eso no te la va
a devolver. Y si así lo hiciera, el enfado como medio de recuperar el amor, es
un fracaso porque el cariño y el amor no se consiguen por la fuerza. El amor,
como la autoridad, te lo otorgan sin pedirlo, sin exigirlo. Déjala ir,
aunque te cueste ya que está buscando en otros algo que tú no le puedes dar o
que ella no quiere tomar. Ábrete a conocer otras personas. Lo que tenías murió
y ahora es otro tipo de relación, o te adaptas, aceptas como es y la perdonas
si quiere volver, o dejas que se vaya y te alejas para seguir un nuevo camino.
3. Contra el pensamiento negativo.
Puede parecer
una obviedad: contra el pensamiento negativo sólo hay una opción: hay que trabajar el
pensamiento en positivo.
Si piensas
que algo saldrá mal, le estás poniendo toda tu atención a que saldrá mal. Y
posiblemente ocurrirá así.
Si piensas en
positivo que puede salir bien y que vale la pena intentarlo y pensar así, irás con un estado
de ánimo facilitador, favorecerás tu energía, tu predisposición, hasta tu
atractivo se verá influido, te mostrarás
más tranquilo y menos pre-ocupado para que algo surja bien. Los demás perciben
esa tranquilidad y están más dispuestos a hablar con personas positivas y
optimistas que con quienes le ven pegas a todo o necesitan que les insistan
constantemente para hacer algo.
No caigas en
la trampa del “no-tengo” o “no-soy”. No te juzgues con esos parámetros. Supera tus
limitaciones y recuerda lo afortunado que eres. Da las gracias por lo bueno que
te ocurre, a menudo se nos olvida, y
recuerda que siempre puedes cambiar tu actitud ante lo que sucede. Quizás no puedas
cambiar las cosas que pasan y que no te gustan, pero sí el cómo te las tomes.
Practica
la flexibilidad, el pensamiento positivo cambia la manera de acercarse a las personas, acepta que no todo está en tu
mano para poder ser cambiado, aunque sí puedes transformarte a ti mismo. Permítete ser un poco más feliz y disfrutar de
la vida sin esperar que la vida se amolde a tí. Date una oportunidad y dásela a los demás contigo.
Tú no estás
dentro de la cabeza de otras personas, por lo tanto, no puedes saber exactamente
qué piensan o cómo se sienten contigo. No te condiciones pensando en el qué
dirán o que quizás no gustes, no te esfuerces por agradar a todo el mundo. Es
imposible. Y, además, muy agotador. Sé tú mismo, acéptate e intenta aprender y crecer
como persona.
Haz cosas
desinteresadamente, ayuda a alguien próximo a hacer algo que le cueste. Dirige un poco de atención a alguien tímido
que no se atreve a hablar con los demás. Verás que bien te sientes.
No juzgues a la
gente por su apariencia o por los errores que hayan cometido en el pasado. Sé
compasivo. Perdona. No hace falta que te cases con esas personas, ni que frecuentes
ambientes que no te agraden. Sigue tu
camino y procura no pasar a los demás por un cedazo tan fino. No pienses tanto
sobre cómo son o como deberían ser. Vive, disfruta de su compañía si quieres.
Si lo necesitas,
tómate tu tiempo para estar contigo mismo. Pero no te quedes solo o sola muy a
menudo. A veces hay que esforzarse un poquito para hacer según qué cosas.
Piensa que un buen resultado suele ser fruto de una acción constante y sincera.
Interésate si
alguien te está contando un problema. Para él o ella es importante y te ha
brindado su confianza. Aunque se te haga un poco pesado, todos necesitamos
alguna vez a alguien que nos escuche. Si ves que está dispuesto, anímalo con un
abrazo. Son gratis y hacen muy bien a quien los da y a quien lo recibe.
Intenta
encontrar el lado positivo de las situaciones, aunque cueste. Si alguien se va... se crea espacio para los que vendrán, si pierdes un objeto... piensa que te fue útil
pero que también puedes vivir sin él y quizás encontrarás otro mejor, si la
fiesta fue un aburridísima puedes pensar en otras maneras de hacer las cosas y
ser más creativo..., si perdiste el trabajo es hora de un nuevo comienzo, otros
aprendizajes que den sentido a tu vida…
Estas son
sólo algunas de las vitaminas para el pensamiento que podemos tomar, o no. Yo
las expongo aquí porque para eso he creado este espacio, sin ánimo de proponer
verdades absolutas. Simplemente, porque a mí me ha ido bien ponerlas en
práctica en algún momento, aunque a veces se me olvidan o me cuesta aplicarlas.
Para mí tienen sentido, me ayudan a crecer como persona y me hacen sentir mejor
en situaciones difíciles. Compartir estas reflexiones me hace sentir mejor
porque pienso que, quizás, a ti o a alguien le puedan servir también de alguna
manera.
En Jaque o Mate. El poder de las palabras
Las personas creamos nuestra forma de
pensar con lo que vemos, oimos, vivimos…
pero sobretodo y además de ver, oir y sentir, lo hacemos a través de las
palabras. Nos explicamos lo que ocurre y lo que sentimos a través de nuestro
diálogo interior, con palabras silenciosas que van directas al cerebro, como un
chute. Generalmente lo hacemos de forma sutil, no nos damos cuenta. Ahí es donde deberíamos entrar de vez en
cuando (lo hacemos poco) ¿Has prestado atención alguna vez a como te hablas a
ti mism@? Y… ¿Cómo les hablas a /o de
los demás? En función de cómo te hables a ti mism@, así mismo irás construyendo
tu realidad.
Si por ejemplo te dices: “soy un
fracasado, un inútil” , ese pensamiento lo único que hace es instalarse en tu
identidad como persona, lesionar tu autoestima y - ojo porque esto es
importante- te va a impedir pasar a la acción, como ya te percibes así ¿para
qué te vas a molestar en hacer algo por solucionar un problema? Si por el
contrario te dices: “he cometido errores pero también alguna cosa he hecho
bien” dejas el error, la falta, fuera de
tu identidad como persona y abres la
puerta a tener éxito en otras cosas que hagas.
No es lo mismo decir “soy tímido” que:
“me cuesta relacionarme”, o “soy gorda”
que “me sobran 10 kilos”. Con la segunda
fórmula se abren posibilidades para hacer el esfuerzo que nos va a servir para cambiar lo que no nos
gusta, sin ponernos etiquetas totalitarias que nos limiten y nos impidan actuar
recordándonos que “somos así o asá”. Se trata de cambiar el verbo soy (que es
muy fuerte) por el hago, estoy…
Lo mismo ocurre en la forma de percibir
a los demás. Si decimos “menganita es gilipollas” ahí condicionamos su identidad totalmente. Es
un totalitarismo que condicionará nuestra actitud hacia ella y nos impedirá ver
otras cosas positivas. Si cuesta aceptar a esa persona por algo que ha hecho es
preferible explicarse y decirle que “eso que ha hecho a ti no te ha sentado
bien, o que está mal porque…” o incluso alejarte un tiempo para pensar si te
interesa frecuentar a esa persona, pero es preferible entender que “menganita
ha hecho una gilipollez, una tonteria...” que no juzgarla absolutamente con una
etiqueta.
De igual modo, no te dejes atrapar emocionalmente
cuando alguien te quiera colgar una etiqueta del tipo: “es que tu eres…” o “tu
siempre…” porque los totalitarismos (soy
siempre, nunca, todos…) impiden ver otras posibilidades, aprovechar el error
para cambiar, crecer y aceptar/nos en este camino de aprendizajes que es la
vida. Y quien diga lo contrario “es un mentiros@”. Noo:
“miente o se equivoca”. A ver, ¿quien no ha mentido alguna vez?
La tendencia mejorante
¡Una buena noticia! Todos la tenemos.

Todo ser humano posee un poderoso potencial para el cambio, nuestra tarea es hacer salir dicho potencial de forma natural. W.R. Miller y S. Rollnick.
Todo ser humano posee un poderoso potencial para el cambio, nuestra tarea es hacer salir dicho potencial de forma natural. W.R. Miller y S. Rollnick.
Todas las personas, a excepción de aquellas que están a
merced de una enfermedad mental distorsionadadora o sufren una degeneración física
incapacitante, poseemos esta inclinación -en parte natural y en parte adquirida
a través de siglos de socialización- a mejorar
nuestro quehacer.
A lo largo de los siglos el ser humano, las sociedades
que lo integran, tratan de optimizar su trabajo, sus herramientas, su arte, sus
relaciones, su alimentación, sus condiciones de vida, etc. introduciendo
innovaciones y evaluando los resultados. Ésta es una tendencia que nos conduce
a hacer cambios, en ocasiones casi de forma imperceptible, en casi todo lo que
hacemos y que va pareja a la experimentación del acierto-error.
Se podría objetar que no es cierto que esos cambios efectivamente
mejoren el objeto de nuestra atención y que el cambio no siempre responde a una
tendencia mejorante. Cierto, sólo en parte, si nos centramos exclusivamente en
el resultado. El resultado de aplicar lo que pensamos que puede ser una mejora
no siempre es mejor que el modelo original -sin olvidar que a su vez éste ha ido
integrando diversos cambios a lo largo de su historia de realización-.
La
tendencia, indiferentemente del resultado, sea éste considerado óptimo o no,
existe y la podemos potenciar.
Cosa parecida seria objetar que el refinamiento en la forma de matar, de un
psicópata o de un Estado, por ejemplo, no es una tendencia mejorante. No se pretende
con esta afirmación entrar en valoraciones sobre la “bondad” de la acción u
objeto de mejora, sino hacer emerger la existencia de esta tendencia mejorante a
la conciencia, para que pueda ser vista y aprovechada en un mejor servicio hacia
uno mismo y hacia los demás. Nos conviene hacerlo.
El objeto al que apliquemos la tendencia mejorante (uno la puede usar para abrir una casa y entrar a robar y también la puede utilizar para hacer una exquisita paella y para hacerse entender mejor al comunicarse con los demás y…) es algo que cae dentro de la esfera de la moral y la ética. En este sentido, entrarían en juego los valores, tema que podrá ser abordado también en este blog.
El objeto al que apliquemos la tendencia mejorante (uno la puede usar para abrir una casa y entrar a robar y también la puede utilizar para hacer una exquisita paella y para hacerse entender mejor al comunicarse con los demás y…) es algo que cae dentro de la esfera de la moral y la ética. En este sentido, entrarían en juego los valores, tema que podrá ser abordado también en este blog.
Con ello se trata, pues, de devolver la fe en la
capacidad que tienen todas las personas de mejorar y en la propia capacidad para
optimizar la forma de relacionarnos con los demás, de vivir las situaciones, de
hacer cosas, de participar en la sociedad.
Si analizamos esta condición humana con perspectiva, vemos que por eso aprendemos y
evolucionamos, no sin pasar por distintos momentos de acierto-error y su pareja
valoración.
“Pensar un poco más cada día qué parcela, actividad,
relación u objeto de mi vida cotidiana se puede ver beneficiada a través de la
tendencia mejorante”.
A su vez y utilizando la perspectiva comprobaremos que el beneficio de
aplicarla acaba revertiendo de nuevo en la fuente, o sea, en uno mismo.
La salud (por ejemplo: introduciendo en la dieta más
cantidad de alimentos saludables, reduciendo otros que no aportan tanto
beneficio, salir a caminar más seguido, fumar o beber menos… ).
Las relaciones sociales (recordar los nombres de las
personas, hacer más cumplidos sinceros, interesarse sinceramente por los demás,
por lo que cuentan escuchando sin interrumpir, ayudar a alguien sin esperar
nada a cambio…).
El trabajo… La pareja… La casa o el piso donde vivo…
El trabajo… La pareja… La casa o el piso donde vivo…
Paradojas de la vida

Es curioso, pero no nos damos cuenta de lo paradójica que es la vida: Lo blando vence a lo duro, así pasa cuando el agua va socavando gota a gota la piedra; lo lento gana a lo rápido, como cuenta la fábula de la tortuga astuta que ganó a la liebre a pesar de que ésta corría más. Construimos casas con ladrillos pero vivimos en el vacio interior, desde el momento que nacemos ya estamos muriendo, nos enfadamos con quien más queremos, ignoramos a quien nos gusta, olvidamos a quienes más nos necesitan, sufrimos luchando por tener más el dia de mañana y nos olvidamos de disfrutar el ahora... ¿Porqué somos así?
Está en nuestra naturaleza. Pero es bueno que a veces alguien nos recuerde que: no hace falta correr tanto, ni quererlo tener todo bajo control, que lo perfecto suele ser poco eficaz, que al final todos vamos al mismo sitio y que el elemento más flexible, como el junco que se doblega con el viento, es el que domina el sistema.
A veces es aconsejable ceder pacíficamente, aceptar otros puntos de vista y maneras de ver las cosas, dejar que las cosas ocurran de un modo natural. Luego te das cuenta de que todo llega y todo pasa… Y que lo que ayer te preocupaba, en realidad, no era tan importante.
Viaje a ITACA
La vida se parece un poco al viaje de Ulises a Itaca. Esperando llegar a ese lugar (un deseo) que nos colmará al fin de satisfacción y riquezas... Pero las riquezas no están al final, sino en el camino. Y a veces, incluso llegando a ese final tan esperado, la satisfacción de lo que has
conseguido no es tan grande como imaginabas.

Hay personas que tienen que empezar muchas veces sus vidas, el cambio es una constante en su vida, otras habitan una vida que para muchos seria monótona y aburrida, sin cambios substanciales y al final... ¿que queda?
¿No es mejor aprender ( y con ello equivocarse muchas veces), para después comprender, amar, maravillarse y disfrutar de las cosas pequeñas y sencillas, de los buenos momentos, de los amigos... sin esperar grandezas?
Quien te dice a ti que no te lo vas a pasar mejor 5 dias en... Cádiz, que un mes a todo lujo en unas islas del Caribe... todo depende de lo que te ocurra y de como lo vivas, de lo que hagas con las cosas que te van sucediendo, con tu vida y con las personas que te vas encontrando mientras la vas viviendo, con atención plena y consciente en el presente.
La competencia en psicopedagogia
• La competencia a través de las tareas desempeñadas. Concibe el desempeño competente como aquel que se ajusta a un trabajo descrito a partir de una lista de tareas claramente especificadas. Normalmente las tareas describen acciones concretas y significativas que deben ser desarrolladas por los profesionales.
• La competencia en términos de atributos personales. Define la competencia profesional tanto por lo que las personas saben hacer y pueden hacer, como por lo que quieren hacer, además de especificar los grandes atributos (por ejemplo, trabajo en equipo, liderazgo, pensamiento crítico, análisis y toma de decisiones, comunicación afectiva, etc.) en diferentes niveles asociados al ejercicio profesional.
• La competencia desde un enfoque holístico y sistémico. Este enfoque integra las dos concepciones anteriores y plantea la competencia de acción profesional desde una visión más amplia y holística. Como tal, asume que la realidad que se debe analizar es, por encima de todo una estructura, cuyos elementos se hallan funcionalmente conexionados entre sí, por lo que, al abordar los mismos, se ha de poner mayor énfasis en sus relaciones que en su orden o disposición.
• La competencia en términos de atributos personales. Define la competencia profesional tanto por lo que las personas saben hacer y pueden hacer, como por lo que quieren hacer, además de especificar los grandes atributos (por ejemplo, trabajo en equipo, liderazgo, pensamiento crítico, análisis y toma de decisiones, comunicación afectiva, etc.) en diferentes niveles asociados al ejercicio profesional.
• La competencia desde un enfoque holístico y sistémico. Este enfoque integra las dos concepciones anteriores y plantea la competencia de acción profesional desde una visión más amplia y holística. Como tal, asume que la realidad que se debe analizar es, por encima de todo una estructura, cuyos elementos se hallan funcionalmente conexionados entre sí, por lo que, al abordar los mismos, se ha de poner mayor énfasis en sus relaciones que en su orden o disposición.
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