Existe un
tipo de vitaminas muy especiales, muy nutritivas y con un poder de curación
extraordinario. Estas vitaminas son muy poderosas si se saben usar bien y nos
pueden ayudar mucho a mejorar nuestro estado de salud general. No hace falta ir
al médico para que te las recete, se pueden adquirir desde cualquier lugar. Ahora
bien, cuestan un poco de conseguir, requiere cierto esfuerzo. Y encima, con lo
valiosas que son, a veces yo he perdido el prospecto, o no he aplicado bien las
indicaciones, o me las he olvidado en el neceser de los imprescindibles... Hoy,
mientras ponía orden a algunos pensamientos, quizás no por casualidad, he
encontrado ese preciado tesoro. Me he tomado unas pocas vitaminas, tampoco hay
que empacharse. Y la verdad es que me han sentado muy bien. Leo las
indicaciones:
1. Contra las pre-ocupaciones: si piensas
que tienes un problema, tienes un problema. Ocúpate de él. Pero hazlo
sólo en cuanto puedas, no antes ni después. No te dediques a pensar
constantemente en él, ni a entristecerte mientras vas de camino a casa, en el
coche, o cuando estás con amigos.
Busca un
momento del día de tranquilidad para “ocuparte” del problema. En primer lugar, coge un papel apaisado. Mejor
si es un folio grande, un DIN-A3, por ejemplo. Redacta objetivamente cual es el
problema (1). Debajo de ese enunciado, escribe cual sería para ti el resultado
si el problema se hubiera solucionado (2) y, debajo, como te afectaría a ti (3).
Hazlo poco a poco, pensando muy bien lo que escribes, sin connotaciones
negativas.
Ahora, párate.
Muy importante: pregúntate si realmente quieres eso y si quieres solucionarlo o
prefieres dejarlo todo como está. Si piensas que no tiene solución, coge la toalla
y vete a la playa o hazte una siesta, des-pre-ocúpate, puesto que no tiene
solución o no depende de ti. Y lo que haces “pre-ocupándote” es solo esto: mortificarte,
amargarte, afectando con ello al resto de tu vida y a tus relaciones con los
demás. Los problemas que no dependen de ti, de tus acciones, requieren ser
abordados desde una posición diferente: la aceptación y la compasión.
Si tiene
solución y la quieres de veras: Vas a hacer una tabla con 5 entradas
horizontales (5 filas) y 4 verticales (4 columnas). Sitúate en la primera columna, y escribe en cada fila una acción que estén en tu mano para poder solucionarlo, aunque en un
principio te parezcan difíciles o lejos de tu objetivo.
1. problema.
2. qué
pasaría si se hubiera solucionado.
3. como me
afectaría a mí que estuviera solucionado, como me sentiría.
Acciones
|
Que
conseguiré
|
Mini-acciones
|
Resultados
|
1
|
1,2,..
|
||
2
|
|||
3
|
|||
4
|
|||
5
|
Léelas una
vez terminado. Si ves que puedes llevar a cabo alguna acción, entonces
contéstate, sinceramente: ¿estás dispuesto a asumir el esfuerzo y la constancia
que requiere solucionar problemas? ¿Si? Entonces, Junto a esas 5 acciones, pon al lado de cada una de ellas qué conseguirás con
eso. Léelo todo Si ves que hay cambios positivos, pregúntate: ¿Te interesa de
veras? Compara ahora tu disposición con la que tenías al principio del
ejercicio. Examina si ha cambiado alguna
cosa dentro de ti. ¿Tu disposición es la misma? ¿Quieres continuar?
Si es que sí,
ahora, escribe, en la tercera columna, para cada fila, 2 o 3 acciones menores, prácticas y
realistas, que te conduzcan, poco a poco, a acercarte más a cada una de esas 5
acciones mayores de la primera columna. A veces, las acciones y las
mini-acciones se pueden describir como un cambio de actitud de nuestra parte,
una forma diferente de hablar, algo que tu puedes hacer tu para, con
posterioridad, observar si el resultado (columna final) te acerca al objetivo.
Una vez hayas
terminado el cuadro piensa un poco: ¿Merece la pena el esfuerzo?, ¿realmente
quieres solucionarlo?, ¿estás dispuesto a empezar ya? Debes saber que no será
fácil, pero tampoco es imposible. Lo difícil sólo cuesta un poco más.
A veces
tendrás que dejar de lado el orgullo, el enfado… Y tendrás que superar que a
alguien no le guste lo que estás haciendo. E incluso vencer alguna oposición… Cálmate.
Debes mantener el esfuerzo, ser constante y repasar de vez en cuando tu tabla
de navegación. Cuando hayan pasado unas 2 semanas, observa si hay cambios. Redacta
los resultados ¿son los que
esperabas? Si no es así, no te desanimes, sigue probando: añade filas debajo
con nuevas acciones para afrontar esos resultados que no quieres. Ves trabajando
la tabla hasta que en la columna de resultados se empiecen a reflejar algunos cambios
positivos que te conduzcan al objetivo 1.
Te animo a
probar esta técnica estratégica que te puede ayudar a solventar problemas, si
realmente quieres y asumes la responsabilidad y el esfuerzo que comporta.
Avisos: Vas a
tener que ser resistente, paciente, constante y disciplinado. No tires la
toalla cuando te apetezca. Aunque el proceso pueda parecer largo, el éxito
puede estar esperándote a la vuelta de la esquina. Sigue caminando. El éxito es
el fracaso al revés. Esa maravilla incierta que no podemos ver aun estando bien
cerca, Y muchos fracasos suelen acontecer cuando se podrían haber evitado de
haber perseverado.
Recuerda
guardar en lugar seguro tu tabla de navegación y acudir a ella de vez en cuando
mientras te hayas en el proceso de “ocuparte de tu problema”.
2. Contra el enfado. ¿Qué es el enfado? ¿Por qué nos enfadamos?
¿Qué obtenemos con ello?
El enfado es
el resultado de un pensamiento. Nada más, y nada menos. Tenemos derecho a
enfadarnos y, a veces, es casi imposible evitarlo. Pero lo que hagamos después con
ello es, exclusivamente, nuestra responsabilidad, y es así porque es una opción
que uno toma a nivel personal.
Nos enfadamos
por diversos motivos: porque no conseguimos lo que queremos, porque “nos
sentimos” ofendidos, porque “invaden” nuestro espacio, porque nos han dejado
plantados, porque nos han robado, porque los demás no hacen o se comportan como
a nosotros nos gustaría, etc. Hay muchos motivos que nos hacen sentir
enfadados, pero ese resultado (el enfado) es producto de un pensamiento, en
principio primario y luego, de persistir el enfado, elaborado por nosotros
mismos.
El enfado
inicialmente nos sirve de descarga emocional cuando hemos vivido un momento de
tensión, de perturbación de nuestro confort psicológico y/o material. Es una
respuesta del sistema nervioso que se activa desde nuestro cerebro límbico o
más primitivo. Tensa nuestro organismo a nivel físico con una subida de los niveles
de adrenalina y desata una fuerza primigenia que nos devuelve a las respuestas
de supervivencia de nuestros antepasados cavernarios: o bien nos prepara para
el ataque o para la huida.
Esta
respuesta fisiológica, que incluso transmuta nuestro semblante avisando al
adversario que nos estamos “encendiendo” para que pare, puede ser difícil de
controlar en los primeros momentos. Pero, una vez el daño está hecho, ¿de qué
nos sirve continuar enfadados?
Generalmente,
la continuación del estado de enfado tiene que ver con el orgullo y el
pensamiento circular, que se retroalimenta a sí mismo. Vamos dándole vueltas y
vueltas a un hecho que ya ha pasado, quejándonos, subiendo el nivel del agravio
a nuestra persona: porqué a mí, porqué así, porqué ahora… con qué derecho…qué
se ha creído… Y vamos añadiendo más leña al fuego: lo ha hecho para
fastidiarme, me odia, me quiere hacer daño, es un estúpido, se cree superior…
También podemos ir en contra de nosotros mismos: soy un fracaso, no tengo
remedio, arruino la vida de los demás, soy nocivo… Y de este modo, mientras nos
quejamos, nada solucionamos. Continuamos atrapados en el pensamiento que genera
sentimientos muy negativos e inútiles para pasar a la acción.
Sé que es
difícil calmarse cuando uno entra en ese estado. Pero, precisamente, permanecer
ahí sin racionalizar lo sucedido nos precipita a: la violencia (versión
macho/hembra-alfa), la inacción (versión conejo delante de los faros de un
coche) o la huida (versión rata).
Algunas de estas acciones nos podrían parecer provechosas en
determinadas circunstancias, pero hay una cuarta opción, más difícil de tomar y
que requiere de cierto entrenamiento. Esta opción ya ha sido mencionada en
diferentes ocasiones, desde las filosofías orientales a algunas corrientes de
pensamiento como el estoicismo. Lejos de
ser fácil, sin embargo, nos puede ser mucho más útil.
“El que
domina a los demás es fuerte. El que se domina a sí mismo es realmente
poderoso". Lao-Tsé.
Recuerda que,
cuando te enfadas, el problema lo tienes tú. Y que eres tú quien le das poder a
la otra persona para enfadarte. Quítale ese poder. Devuélvete a ti mismo tu
poder y tu fuerza tranquila para pensar la acción más inteligente frente a esa
situación que te ha molestado. Pasos a seguir:
1- Cuando
notes que te estás sulfurando: respira hondo. Haz inspiraciones profundas. Toma
aire por la nariz contando hasta 4, retenlo contando hasta ocho. Expúlsalo
lentamente contando hasta 10. Hazlo hasta diez veces. Si es necesario excúsate
para ir al baño y hacer tus respiraciones.
2- Cuando te
está molestando la actitud de una persona en un grupo. No le prestes atención.
Y dedícate a hablar con otra persona del grupo. Posiblemente encontrarás a tu
lado personas agradables que en otro caso no te hubieras molestado en conocer.
Y te las hubieras perdido. La persona que se comporta mal en grupo se pone ella
misma en evidencia, los demás no son tontos y tarde o temprano se darán cuenta
de lo mismo que tú.
3- Si te
enfadas con tu pareja por algo que no ha hecho. Lo que NO hay que hacer:
ignorarlo guardando un silencio incómodo y duradero, poner caras raras y cuando
te pregunte qué te pasa contestar “nada”. Recriminarle toooodo lo que te
molesta y que te has ido guardando a lo largo del tiempo, largarte a correrte
una juerga con los amigos. Es preferible
exponer claramente y sin gritar, con un tono de voz bajo y pausado, sin
exagerar, cómo te sientes y que te gustaría que él hiciera. Buscar algún pacto para
que ambos podáis estar mejor juntos. Piensa si realmente eso que te gustaría
que hiciera es tan importante para la relación, si antes no te importaba y lo
hacías tú de buen grado. Si él o ella hace otras cosas que sí te hacen sentir
bien, díselo.
4- Si te
molesta algo que alguien ha dicho o hecho: busca el momento adecuado para
hablar de la situación. Pídele un tiempo para hablar con él o ella, cuando
tenga un momento tranquilo, porque
quieres explicarle un tema importante para ti. Cuando te lo dé, explícale como
te sientes cuando él dice o hace determinada cosa, no lo insultes ni le eches
en cara como es o no es, sólo explica cómo te sientes cuando hace eso y
pregúntale si podría cambiarlo. No lo juzgues. Dale tiempo para explicarse y
conocer sus razones. Si ves que la otra persona no quiere o no puede cambiar,
igual te conviene dejar espacio entre los dos si no te hace sentir bien. Piensa
que nadie cambia si no quiere. Y tú no puedes cambiar a los demás, sólo pedir
que no te hagan o digan las cosas que te molestan. Hacerlo o no, será opción
suya.
5- Si alguien
está enfadado y grita. No entres en una escalada a ver quien levanta más la
voz. No le digas frases en voz grave y con aires de superioridad: relaaaajate,
no te pongas nerviooooso… Eso le hará
sulfurar más. Dile, mejor, “veo que
estás muy enfadado ahora, prefiero hablar contigo de eso en otro momento más
tranquilo”. Debes permitir una salida honrosa de esa persona. No ofenderla.
6- No
magnifiques. No hagas más grande el agravio de algo que te han dicho o hecho. Piensa
que igual esa persona tenía un mal día y que probablemente si dejas un poco de
tiempo, verás que no era tan grave y que igual te molestaste por un comentario
sin importancia. Háblalo en otro momento cuando hayas recapacitado sobre si eso
era tan ofensivo o simplemente un comentario tonto. El orgullo por tonterías te
puede conducir a quedarte solo. Échale sentido del humor al comentario. Y algún
día igual puedes bromear sobre ello.
7- No
terribilices. Todos nos podemos equivocar. Tu también. Nada es tan grave como
nos parece en un principio. No le des vueltas una y otra vez con tu pensamiento
a ese hecho u ofensa. Distráete con un hobby, llama a una amiga, cuéntale tu
versión a alguien de confianza para que te dé su punto vista. Habla
sinceramente y objetivamente. No añadas cosas de tu propia cosecha. Haz esa
llamada de ayuda y consejo a alguien que consideres bueno e importante para ti.
O si esa persona que te quiere ya no está, piensa en lo que te diría sobre esa
situación.
8- Si te ves
a punto de estallar en cólera. Mejor date un paseo, haz la respiración de
relajación y llévate este papel para leerlo con calma. También puedes utilizar
anclas: escoge un objeto: una foto, un amuleto… algo que te haga sentir bien y
relajado y póntelo en el bolsillo como un talismán. Cuando veas que te enfadas,
te lo sacas del bolsillo, lo miras, lo tocas y piensa en lo bien que te hace
sentir eso.
9- Ponte en
el lugar de la persona que te ha hecho enfadar. Intenta encontrar posibles
razones que le hayan llevado a ello. Si te han robado, piensa que son sólo son
cosas materiales. Esa persona, posiblemente, tiene muchas carencias y el robo,
aunque no lo necesitase económicamente, demuestra lo débil y vulnerable que es.
10- Si tu
pareja te ha engañado con otro, tienes razón en enfadarte, pero eso no te la va
a devolver. Y si así lo hiciera, el enfado como medio de recuperar el amor, es
un fracaso porque el cariño y el amor no se consiguen por la fuerza. El amor,
como la autoridad, te lo otorgan sin pedirlo, sin exigirlo. Déjala ir,
aunque te cueste ya que está buscando en otros algo que tú no le puedes dar o
que ella no quiere tomar. Ábrete a conocer otras personas. Lo que tenías murió
y ahora es otro tipo de relación, o te adaptas, aceptas como es y la perdonas
si quiere volver, o dejas que se vaya y te alejas para seguir un nuevo camino.
3. Contra el pensamiento negativo.
Puede parecer
una obviedad: contra el pensamiento negativo sólo hay una opción: hay que trabajar el
pensamiento en positivo.
Si piensas
que algo saldrá mal, le estás poniendo toda tu atención a que saldrá mal. Y
posiblemente ocurrirá así.
Si piensas en
positivo que puede salir bien y que vale la pena intentarlo y pensar así, irás con un estado
de ánimo facilitador, favorecerás tu energía, tu predisposición, hasta tu
atractivo se verá influido, te mostrarás
más tranquilo y menos pre-ocupado para que algo surja bien. Los demás perciben
esa tranquilidad y están más dispuestos a hablar con personas positivas y
optimistas que con quienes le ven pegas a todo o necesitan que les insistan
constantemente para hacer algo.
No caigas en
la trampa del “no-tengo” o “no-soy”. No te juzgues con esos parámetros. Supera tus
limitaciones y recuerda lo afortunado que eres. Da las gracias por lo bueno que
te ocurre, a menudo se nos olvida, y
recuerda que siempre puedes cambiar tu actitud ante lo que sucede. Quizás no puedas
cambiar las cosas que pasan y que no te gustan, pero sí el cómo te las tomes.
Practica
la flexibilidad, el pensamiento positivo cambia la manera de acercarse a las personas, acepta que no todo está en tu
mano para poder ser cambiado, aunque sí puedes transformarte a ti mismo. Permítete ser un poco más feliz y disfrutar de
la vida sin esperar que la vida se amolde a tí. Date una oportunidad y dásela a los demás contigo.
Tú no estás
dentro de la cabeza de otras personas, por lo tanto, no puedes saber exactamente
qué piensan o cómo se sienten contigo. No te condiciones pensando en el qué
dirán o que quizás no gustes, no te esfuerces por agradar a todo el mundo. Es
imposible. Y, además, muy agotador. Sé tú mismo, acéptate e intenta aprender y crecer
como persona.
Haz cosas
desinteresadamente, ayuda a alguien próximo a hacer algo que le cueste. Dirige un poco de atención a alguien tímido
que no se atreve a hablar con los demás. Verás que bien te sientes.
No juzgues a la
gente por su apariencia o por los errores que hayan cometido en el pasado. Sé
compasivo. Perdona. No hace falta que te cases con esas personas, ni que frecuentes
ambientes que no te agraden. Sigue tu
camino y procura no pasar a los demás por un cedazo tan fino. No pienses tanto
sobre cómo son o como deberían ser. Vive, disfruta de su compañía si quieres.
Si lo necesitas,
tómate tu tiempo para estar contigo mismo. Pero no te quedes solo o sola muy a
menudo. A veces hay que esforzarse un poquito para hacer según qué cosas.
Piensa que un buen resultado suele ser fruto de una acción constante y sincera.
Interésate si
alguien te está contando un problema. Para él o ella es importante y te ha
brindado su confianza. Aunque se te haga un poco pesado, todos necesitamos
alguna vez a alguien que nos escuche. Si ves que está dispuesto, anímalo con un
abrazo. Son gratis y hacen muy bien a quien los da y a quien lo recibe.
Intenta
encontrar el lado positivo de las situaciones, aunque cueste. Si alguien se va... se crea espacio para los que vendrán, si pierdes un objeto... piensa que te fue útil
pero que también puedes vivir sin él y quizás encontrarás otro mejor, si la
fiesta fue un aburridísima puedes pensar en otras maneras de hacer las cosas y
ser más creativo..., si perdiste el trabajo es hora de un nuevo comienzo, otros
aprendizajes que den sentido a tu vida…
Estas son
sólo algunas de las vitaminas para el pensamiento que podemos tomar, o no. Yo
las expongo aquí porque para eso he creado este espacio, sin ánimo de proponer
verdades absolutas. Simplemente, porque a mí me ha ido bien ponerlas en
práctica en algún momento, aunque a veces se me olvidan o me cuesta aplicarlas.
Para mí tienen sentido, me ayudan a crecer como persona y me hacen sentir mejor
en situaciones difíciles. Compartir estas reflexiones me hace sentir mejor
porque pienso que, quizás, a ti o a alguien le puedan servir también de alguna
manera.
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