ZAPATOS DE BARRO. DE LA MINA AL CAMPO DE LA BOTA

Principios de los sesenta en San Adrián del Besós.

Dos médicos y una enfermera montan una consulta privada en una zona deprimida que carece de todo tipo de servicios.  El “consultorio del Besós”, como ellos lo llaman, comprende diversos barrios: La Catalana, La Mina y el suburbio de barracas conocido como “El Campo de la Bota”, hoy ya desaparecido tras diversas remodelaciones urbanísticas y que actualmente ocupa el moderno edificio del Fórum.

Las historias que se narran, aunque noveladas, pertenecen a las vivencias que uno de esos médicos le contó a su hija, la autora de esta novela, que decidió ponerlas negro sobre blanco y publicarlas. La obra recoge sucesos que marcaron la época, como la gran nevada de 1962 que dejó bloqueada la ciudad o el desbordamiento del rio Besós. Una lectura diferente y amena para nostálgicos y curiosos.  





Reglas de supervivencia para prosperar

Ed Stafford es un aventurero que se impone retos de supervivencia. Se filma  a sí mismo durante un tiempo y nos muestra cómo podemos enfrentar retos en cualquier tipo de ambiente y prosperar. Observé la mayoría de sus grabaciones en las cuales mostraba trucos para sobrevivir y hacerlo, además, en soledad. En uno de sus últimos programas me llamó la atención que una de las cosas a las que daba mayor importancia era: LA ACTITUD.

En realidad, la actitud es un 80% (también podría decir un 90%...) de como interpretamos lo que nos ocurre y en ella está la clave para superar las dificultades, además de identificar posibilidades y poner en práctica nuestras habilidades como seres humanos, sin importar cuantas veces intentemos algo. Como decía, en uno de los últimos programas él recoge verbalmente cuales son las reglas principales que le han ido bien para sobrevivir y prosperar a pesar de las dificultades y apunta, además, que muchas de estas reglas son válidas para cualquier tipo de ambiente y situación. Me entretuve en escucharlas y apuntarlas para dejarlas aquí, sin mayores comentarios, y que cada cual lo aplique a la situación que más le plazca y extraiga sus propias conclusiones:

1.      Detenerse y elaborar un plan
·        Tómate tiempo y un espacio adecuado para pensar en tu situación actual y en lo que necesitas
·        Las necesidades básicas son muy simples y debes asegurarlas
·        Tranquilízate si no encuentras algo donde agarrarte
·        Recupera el control de ti mismo
·        Acepta la situación y adáptate a tu entorno
·        Mira a tu alrededor y observa lo que te puede ser de utilidad
·        Elabora una estrategia
·        El plan tiene que ser sencillo

2.      Pensar como un lugareño
·        Piensa en cuáles son tus habilidades, seguro que tienes, como todo el mundo
·        Procura aceptar una visión distinta de las cosas
·        Sé humilde en tu corazón
·        Escucha
·        Comprende
·        Aprende
·        Amplia conocimientos

3.      No bajes nunca la guardia
·        Mantente alerta a las oportunidades
·        Mantén el sentido común, no deseches cosas que luego puedes necesitar
·        Vigila, pero no te dejes llevar por el miedo
·        Respeta tu entorno y a los demás
·        Estate preparado para lo que pueda venir

4.      Aprender de los errores
·        Erro r= posibilidad de aprender algo
·        Sonríe
·        Sigue adelante
·        Sé positivo
·        Sé buena persona
·        Alégrate de los éxitos
·        Sé bueno contigo mismo, no te castigues, no te insultes, ni recrimines

5.      Utilizar aquello que te rodea
·        Y luego prioriza lo que más te interesa
·        Ve en busca de tus objetivos, tu plan
·        No desaproveches nunca nada
·        Improvisa con los hallazgos
·        Usa herramientas diversas, con usos distintos
·        Se optimista
·        Aprovecha al máximo una oportunidad por pequeña que sea
·        Mantén la armonía con lo que te rodea
·        Y las cosas sucederán
·        Adáptate
·        Abre la mente a nuevas maneras de pensar
·        Abre los ojos y ve las oportunidades que puedes aprovechar

6.      Expande tus horizontes
·        Explora y halla nuevos recursos
·        Haz otras cosas distintas
·        Hay incursiones que valen la pena más que otras
·        Por eso explora y sigue explorando
·        Una boya lo puede cambiar todo
·        Disfruta y contempla la vida
·        El trabajo duro vale la pena

7.      Debes tomarte descansos
·        Date un lujo
·        Necesitamos cosas para disfrutar
·        Concédete tiempo
·        No puedes estar siempre buscando algo más
·        Descansa
·        Reflexiona y disfruta de tu prosperidad

8.      Trabaja de forma inteligente
·        Planifica lo que vas a hacer
·        Considera las situaciones, las cosas, de manera estratégica
·        Posiciónate (donde quieres estar, como)
·        descubre tus armas, constrúyelas  y úsalas
·        Camúflate si es necesario
·        Aprende a saber esperar
·        Colabora con, en vez de trabajar contra…
·        No subestimes nada ni a nadie
·        Repite los trabajos, a veces las cosas funcionan 1 de cada 12 veces que lo intentas.
·        No te desanimes, continua el trabajo empezado

9.      Siéntete como en casa
·        Convierte tu lugar en tu hogar
·        Busca la comodidad de los pequeños detalles
·        Haz que la experiencia parezca más normal, más cotidiana
·        Sométete a lo que no puedes cambiar
·        Date detalles
·        Celebra
·        Tómate muy en serio la higiene personal
·        Siéntete humano de nuevo
·        Siéntete cómodo

10.   Tener la actitud adecuada
·        Vive la epifanía, la manifestación de lo hermoso, de lo conseguido, de un sentimiento de estar en armonía  y de saber que puedes conseguirlo, que todo estará de tu parte
·        Aprecia las cosas simples, todo está en la mente
·        Siéntete agradecido
·        Manifiesta tu gratitud
·        Todo se pone de tu lado si eres agradecido
·        Respeta
·        Acepta
·        Aprovecha la oportunidad
·        Sonríe y entrégate cuando algo no lo puedes cambiar
·        Aceptar y los problemas desaparecerán
·        Enfócate y mantén una actitud de respeto contigo, con el entorno, con los demás
·        No busques excusas
·        No eches la culpa a los demás, a las circunstancias
·        Sé sincero contigo mismo, dite la verdad
·        Mantén la capacidad de maravillarte
·        Comparte
·        Reconoce
·        Siéntate, abre los ojos y valora lo que te rodea
·        Date espacio 

Tenemos la herramienta más potente de transformación, si queremos.

Es un amigo, un aliado, un cazador de talentos, un artista, un buen amante, un padre, una madre, un buen entrenador… es todo eso si quieres que lo sea. Y lo es porque también puede ser un enemigo, un boicoteador, un traidor, un cobarde, un estúpido, un engreído, un mal compañero. Podemos modelarlo a nuestro favor o en nuestra contra.
Imagínate que tienes una ilusión. Muy grande. Por ejemplo, te gustaría dar la vuelta al mundo. Y entonces, como por arte de magia,  aparece un filántropo y te dice: -Vale. Voy a facilitarte tu deseo-. Y va el hombre (o la mujer) y te regala un avión repleto de combustible. ¿Entonces qué?
Entonces nada, porque no sabes pilotar un avión. Seguro que antes de rechazarlo has pensado en varias opciones: podrías devolver el regalo y decir: -gracias, pero no es para mí, no sé manejarlo-, y con un poco de descaro le plantearías -¿me lo puede cambiar por el dinero que vale?-. También podrías contratar un asesor en aviación, un capitán de vuelo, una tripulación y tramitar los permisos para aterrizar en los diferentes aeropuertos de los países a los que quieres llegar, pero eso te saldría muy caro y no eres millonario.

Si eres un poco avispado lo aceptarías e intentarías aprender a pilotar aviones o bien colocárselo a otro que lo necesitase… a una compañía aérea, por ejemplo,  y procurarte a cambio billetes de avión para todo el mundo… No sería mala idea. Pero tendrías que pagar por el mantenimiento en un hangar a diario hasta finalizar la venta. Quizás acabarías malvendiendo e infrautilizando el regalo. Dependería, en todo caso, de las condiciones materiales a tu alcance, del tiempo que te llevase aprender a pilotar y sacarte el permiso y la experiencia de vuelo o de cerrar el trato,  así como de la voluntad de recompra de otros (mercado). Sin embargo, quizás así conseguirías tu objetivo de dar la vuelta al mundo si a ello se añade tu voluntad perseverante y tus ánimos para superar la presión y las dificultades. A menudo, los regalos no son gratuitos.
Con nuestro cerebro ocurre algo similar a la anécdota que he imaginado. En el primer caso, delante del esfuerzo o del reto planteado, la primera reacción ha sido el rechazo por la incompetencia de no saber manejarlo. Ocurre así en muchas ocasiones cuando nos resistimos a aceptar cambios y cosas o personas nuevas que ya existen y quieren entrar en nuestra vida. Vemos antes lo negativo que lo positivo de ellas. Y también cuando alguien hace alguna cosa que exige una respuesta por nuestra parte y no sabemos cómo manejar la situación. En realidad no sabemos cómo conducirnos a nosotros mismos y, en todo caso, intuimos que el esfuerzo va a ser importante y tiramos la toalla antes de tiempo. De este modo, todo lo nuevo, lo que no nos es conocido o habitual y que requiere un trabajo diferente queda excluido de nuestra rutinaria existencia. Nos quedamos en el confort de una negativa ante lo desconocido. En algún caso, además, optamos por la vía fácil: exigir el beneficio antes del esfuerzo: ¿me lo puede cambiar por el  dinero que vale? Ésta es la visión materialista del fracaso. De quien piensa en grande (visualiza el logro, la oportunidad de ganar mucho dinero) sin haber hecho nada para conseguirlo. Confiar a la fortuna el estado que queremos conseguir para nosotros mismos da unos resultados igual a cero para la mayoría de los mortales. Lo sabemos, por mucho que juguemos a la primitiva. Siempre le toca a otro. ¡Maldita suerte, la mía!
El segundo caso me recuerda a los típicos niños de papá y a algunos altos cargos,  que aun habiendo recaído en ellos la suerte de una vida acomodada sin grandes esfuerzos,  siguen comprando con dinero las condiciones materiales y a las personas que quieren para beneficiarse ellos mismos. Parece como si la suerte siempre les viniese de cara. Algunos heredan grandes fortunas, compran títulos universitarios, llegan a la cima de sus aspiraciones políticas o de poder comprando alianzas, y no tienen que esforzarse para conseguir lo que desean, pero la vida no les ha preparado para afrontar grandes reveses y esforzarse por superarlos. Llega un día en que estas personas se sienten vacías, pobres a pesar de gozar de grandes fortunas. Nada les estimula porque todo está al alcance del dinero que poseen (personas, viajes, propiedades…) y otros hacen por ellos el trabajo. Eso es lo que ocurre cuando nuestra actitud es la de delegar la responsabilidad de escuchar, de tomar decisiones y de hacer lo que hemos de hacer en terceros. Eliminamos el riesgo de equivocarnos, de ser juzgados por nuestros hechos, y si algo sale mal la responsabilidad siempre será de otros. En cambio, si sale bien, nos atribuiremos el mérito de saber escoger las personas adecuadas que, bajo nuestro mando, han hecho nuestra voluntad. Y nos creemos que valemos mucho por nuestro “privilegiado” cerebro. Hasta que las decisiones de otros nos afecten y las cosas no salgan como habíamos pensado. Entonces pondremos el grito en el cielo y echaremos balones fuera: son los demás los que no entienden, son ellos los que han actuado mal, no me han informado de lo que pasaba, no han sabido ver lo que yo valgo, no han intuido cuáles eran mis deseos… ¿Y tú qué has hecho? Asume entonces la responsabilidad de lo que has hecho tanto como de lo que no has hecho.
El tercer caso, es el que tiene mayores probabilidades de éxito para llevar a buen fin nuestro objetivo. Como dije antes, los regalos no son gratuitos. No esperes el éxito de la cosecha sólo por haber echado las semillas en el campo. Hay todo un trabajo que hacer hasta obtener los codiciados frutos. No hay recompensa sin esfuerzo, entérate. Tanto en las relaciones personales, en los emprendimientos personales (ejemplo: montar un negocio, subir una montaña, bajar de peso, dejar de fumar…), en los empleos,  en la crianza de hijos… Pero tenemos un poderoso instrumento que nos puede ayudar: el cerebro, nuestro avión para emprender el viaje. Con él podemos crear estrategias que nos enriquecerán como persona, además de acercarnos a nuestro objetivo. Sí, es cierto que las condiciones de partida nos facilitaran o no los pasos que tenemos que dar. Podemos empezar a subir por el primer peldaño de la escalera o situarnos a la mitad si las condiciones son favorables. Pero en todo caso, lo importante es saber el punto en el que nos encontramos, escuchar a nuestro alrededor y entender cuáles son las condiciones externas y lo que necesitamos para subir. Aceptar el trabajo que tenemos por delante y estar dispuestos a sacrificar tiempo y recursos para lograrlo. Descansar cuando se necesita, alimentar correctamente nuestro organismo, buscar el apoyo de otras personas, no dejarnos llevar por arrebatos emocionales y ser perseverantes o saber abandonar un camino cuando está lleno de espinas o supone un riesgo para la salud, son elementos que hay que saber discernir. Nuestro cerebro es un potente instrumento si sabemos qué hacer con él. Al igual que él utiliza el cuerpo para llevar a cabo sus acciones, nosotros hemos de utilizarlo a él para conseguir nuestro objetivo. Saber escucharlo y darle lo que necesita para coordinar el resto de órganos de nuestra compañía, que somos nosotros mismos (interactuando con miles de agentes externos condicionantes –algunos ayudaran y otros pondrán trabas que habrá que saber superar).
Con todo ello, ya llego a donde quería llegar. A saber: lo que hagas con tu vida es tu responsabilidad y tus éxitos o fracasos (elemento este último que debemos saber utilizar como elemento de aprendizaje para no repetir los mismos pasos), son sólo tuyos y no atribuibles a los demás. Aunque te hayan ayudado mucho o importunado mucho siempre tienes la opción de elegir qué hacer con ello, más si eres un adulto y no dependes de la autoridad ajena.
Al cerebro hay que ejercitarlo: enseñarle a pensar creativa y críticamente, leer mucho, saber escuchar y observar, buscar los cambios positivos y estar abierto mentalmente a que entren en tu vida novedades. Analizar situaciones, ponderar tus propios juicios de forma objetiva consultando puntos de vista de terceros, sin arrebatos; conocer las propias reacciones a las situaciones (pasiva, activa, huidiza…) ser capaz analizarlas y de probar otras nuevas para obtener resultados diferentes. 
Finalmente una consideración más: Esfuérzate y acepta la necesidad de confrontación con la tendencia humana a la comodidad. Eso entrenará tu voluntad, tu dominio sobre ti mismo y la capacidad de ser proactivo. Es la única forma de que ocurran cosas. Algunas te gustarán otras no, pero pon en la balanza todo lo que has hecho en tu vida (ir a estudiar, buscar un trabajo, salir con amigos, conocer gente) que te han aportado las vivencias fundamentales para convertirte en un adulto independiente y en algunos casos disfrutar). Si ves que tu vida está estancada y te da miedo emprender cosas nuevas, ahí tienes un trabajo que hacer, apúntate a un curso, a un gimnasio o a un grupo y esfuérzate por ir a las actividades.  Si te molesta conocer gente nueva ves a una fiesta o un evento al que te hayan invitado aunque no conozcas a nadie. Si ves que te encierras mucho en casa, invita a cenar a tus vecinos, a tus hermanos o a unos amigos y propón una nueva salida.  Si te enojas a menudo, prepárate y proponte para la próxima encarar una discusión sin enfadarte, calla aunque “pienses” que estás perdiendo la batalla.  Y tolera que otros se lleven la razón alguna vez. Si por el contrario te cuesta decir lo que piensas prepárate mentalmente y pide algo a alguien aunque te cueste y lo pases mal. Empezando por un familiar cercano o un amigo. Aunque que te digan que no, irás afirmando tu voluntad con el esfuerzo de superarte a ti mismo. Utiliza tu cerebro, será tu mejor amigo si le ayudas a favorecerte con pensamientos positivos, visualiza tus éxitos y entrena tu voluntad con el esfuerzo.










¿Hasta qué punto nuestra satisfacción con la vida está bajo nuestro control?

Según las investigaciones de la Asociación Americana de Psicología (APA), al contrario de lo que podamos pensar, factores externos como los ingresos económicos, el estado civil, la religión y la educación contribuyen sólo alrededor del 8% al bienestar general que percibimos en nuestra vida.

La sensación de satisfacción con la vida puede variar por diversas circunstancias. Por eso tiende a ser poco recomendable hacer valoraciones en momentos puntuales especialmente difíciles, como pueden ser la pérdida de la pareja o del trabajo que son factores muy estresantes. Sin embargo, la sensación de satisfacción con la vida puede ser moldeable en cierta medida.

En un artículo aparecido en la revista “TIMES”, el 17 de enero de 2005, se comentan algunas conclusiones de los recientes estudios de Psicología Positiva. Psicólogos de reconocido prestigio como Martin Seligman, Mihaly Csikszentmihalyi  y Sonja Lyubomirsk de la Universidad de California, sugieren actitudes y estrategias que  pueden ayudarnos a aumentar la sensación de satisfacción con la propia vida.  Veamos qué proponen:

1.    Cuenta tus “bendiciones”. Puedes llevar un diario de gratitud: escribe en el diario de 3 a 5 cosas por las que te puedas sentirte contento o agradecido. Puedes escribir cosas sencillas (ha florecido la margarita del balcón, me han invitado a comer) o más profundas (mi hijo me ha venido a ver). Puedes escribir estas sensaciones agradables 1 vez a la semana, los domingos, por ejemplo. Al cabo de pocas semanas se notan beneficios en la percepción de satisfacción y en la actitud ante la vida. 

2.    Realiza actos que ayuden a otros. Ayuda a amigos, familiares o gente del trabajo, de la calle… (ejemplos: cede tu asiento, haz un cumplido, ayuda a cargar unas bolsas, tráele el pan a un vecino…), sin esperar nada a cambio.
3.    Saborea las pequeñas cosas. Disfruta de un sabor, del calor de un rayo de sol, de una caminata, de una canción, de la ropa limpia, del descanso…Presta mucha atención a algunas actividades y lugares que te gustan... Algunos psicólogos sugieren tomar "fotografías mentales" de momentos o sensaciones de placer a revisar en momentos menos felices. A disfrutar también se aprende!   Este aprendizaje está relacionado con el reconocimiento del disfrute. La verbalización –decírnoslo- y tomar conciencia de cómo nos sentimos.
4.  Perdona. Aprende a perdonar. Libérate de la ira y del resentimiento, abandona  los pensamientos circulares dañinos, los de una y otra vez que son como el rumiar de las vacas. Olvida lo negativo y eso te permitirá caminar hacia delante.
5.    Dedica tiempo a tus amigos y familiares. Llámalos por teléfono y visita a tus familiares. Queda con los amigos. Pregúntales cómo les va.  Ten detalles con ellos: invítalos a tomar café a tu casa, felicítalos por su cumpleaños. Sin esperar nada a cambio.
6.   Cuida tu salud. Duerme las horas necesarias. Haz ejercicio, camina, come saludable y no te llenes hasta reventar, aumenta la ingesta de frutas y verduras, no fumes, sube por las escaleras en vez de coger el ascensor.
7.    Sonríe, respira profundamente y camina con la cabeza recta, no hacia abajo.
8.  Usa estrategias verbales. Sé realista en lo que concierne a tu situación, pero  usa autoafirmaciones positivas que te abran posibilidades de cambiar la situación, no las que te las cierren (por ejemplo: todo llegará, lo que no me mata me hace más fuerte, lo vivido ha sido un aprendizaje, la próxima vez intentaré hacerlo de otro modo...) y créetelas firmemente.
9.   Comprométete/implícate con lo que haces. Tanto si es manteniendo una relación con tu pareja, visitando a una amiga, jugando al futbol con compañeros, paseando con tu hijo, redactando una carta, haciendo un blog...
Hagas lo que hagas. Siéntelo, concéntrate y estate presente cuando lo estás haciendo, no pensando en el pasado o qué debes hacer en el futuro.  Comprométete con lo que estás haciendo ahora. No hagas por hacer.
10.  Encuentra aquello te hace “sentir” de forma  significativa. Busca aquello que te motiva y te hace sentir bien: aficionándote al Jazz, o escribiendo o cultivando un huerto... o haciendo de voluntario un día a la semana… Lo que quieras y que te motive. Tener un trabajo es necesario, sí,  pero también hay muchas otras  cosas por hacer que te harán sentir una persona significativa.
Sobre todo, lo que destacan principalmente los psicólogos positivistas es que:
 Sintamos gratitud por todo aquello que tenemos la suerte de disfrutar

nos esforcemos por mejorar nuestras habilidades sociales 
(ser amable con los  demás, pedir bien las cosas…)

 sepamos mantener nuestra red de relaciones significativas (familia, amigos)

 nos impliquemos de forma consciente y estando presentes en la tarea que hagamos, 
ya sea dar un paseo con un hijo, montar en bici, pintar la casa o preparar una comida. 


Las claves de la felicidad

El tema de la búsqueda de la felicidad es recurrente. Se investiga a menudo sobre las claves de la felicidad y se dan recetas varias pensando que son válidas para todas las personas. Posiblemente, no haya ningún secreto y lo que hagamos con tanto buscarla es mirarnos demasiado nuestro propio ombligo existencial.  Asociamos momentos, situaciones vitales, posesiones materiales a ése constructo inventado por los seres humanos que tanto perseguimos y que llamamos felicidad. 

Cada cual tiene su definición, que incluso puede ir variando a lo largo del tiempo y creamos diferentes fórmulas:  salud+dinero+amor; amor y libertad; salud y tiempo para disfrutarla, etc. Sin embargo, si es que existen claves para la felicidad, éstas son distintas para cada ser humano. Esto es así porque cada uno somos diferentes, igual que nuestro ADN, nuestras experiencias  y nuestras circunstancias.  Nuestro temperamento es diferente y, afortunadamente, nuestros gustos también. La raza humana es básicamente parecida pero a la vez sus miembros somos muy diversos. Cada individuo es único e irrepetible, eso lo sabemos.  
Por eso es inútil buscar fórmulas universales. Las claves de la felicidad, en realidad, las llevamos todos dentro y cada uno tiene las suyas. Sin embargo, como somos seres sociales ésas claves siempre están en relación directa con lo que ocurre a nuestro alrededor. Hay circunstancias externas que permiten o no que nuestras claves internas  se desarrollen (no hace falta extenderse acerca de ellas porque a la mayoría de los mortales nos afectan las mismas situaciones desagradables, exceptuando a aquellos individuos que padecen determinadas patologías mentales). Del mismo modo, hay disposiciones internas que permiten o no que nuestras claves se puedan activar. En un grado importante, las disposiciones internas también se han formado a través de nuestras vivencias en interacción con lo social: padres, educadores, grupos de amigos, parejas…

Con todo, hay una llave que puede abrir las puertas a la felicidad, una llave que a veces es difícil de conseguir y que se conoce como VALENTÍA. La valentía está muy relacionada con la posibilidad de felicidad. Es la que nos permite ser nosotros mismos. Atrevernos a decir no o a decir sí. A SER. Y a partir de ahí que cada uno se atreva a ir hacia la luz. Con valentía, no sin miedo. En nuestro plano psíquico nos asusta más la luz que la oscuridad. Y nos quedamos ahí, agazapados en ella, sin atrevernos a mirar, en parte porque nos condiciona nuestro entorno y en parte por los límites que nos ponemos nosotros mismos. Para saber lo que realmente te proporciona felicidad hay que atreverse a ir hacia ella. Recuperar la valentía para decirnos a nosotros mismos la verdad. Y a partir de ella, atrevernos a actuar.

Al igual que la llave de la Valentía, hay un candado muy difícil de abrir que requiere práctica para librarnos de él. Se trata de la CULPA. Nos sentimos demasiado a menudo culpables sin haber hecho nada para tener ese sentimiento. La culpa embota sutilmente el pensamiento. Forma parte de un sistema de control social que nos han inculcado en nuestra tierna etapa de aprendizaje social. La culpa es un lastre que arrastramos todos desde generaciones y que se va transmitiendo culturalmente de padres y educadores a los hijos. El resultado es que, en mayor o menor medida, nos sentimos culpables cuando somos felices. Inconscientemente, incluso podemos boicotear nuestros momentos de bienestar pensando, por ejemplo, “esto no puede durar mucho” o… “es demasiado bonito para ser verdad”. La culpa es como aquel duendecillo malvado que nos dice al oído: “no te lo creas demasiado”, “no serás capaz de hacerlo”,” tú no mereces tener éxito”, “esa persona no es para ti”…
  
No hay un único camino para alcanzar aquello que nos hace sentir dichosos. Pero en todo caso es importante sentirse identificado con las decisiones que vamos tomando. Darse cuenta de si el pensamiento que albergamos acerca de una determinada acción es puro, si el sentimiento que hay detrás de ese pensamiento es auténtico o, al contrario, un producto del miedo a ser felices, del pánico que nos da que nos critiquen y el sentimiento de culpabilidad que la crítica nos produce, del  boicot de nuestra disposición a sentirnos culpables o del boicot a que otros lo sean.

Nos sentimos más seguros cuando funcionamos con patrones de pensamiento adquiridos y consolidados, cuando bloqueamos nuestros sentimientos y hacemos lo que creemos que se espera de nosotros, aunque no lo sintamos como  genuino. La verdadera valentía consiste en desenmascarar esas disposiciones  y ser consecuentes con lo que realmente pensamos, ser sinceros con nosotros mismos y manifestarnos con respeto hacia los demás y hacia uno mismo. Ésta es una nueva forma de caminar en la felicidad aunque al principio cueste aprender este nuevo paso y tengamos que renunciar a sentirnos artificialmente cómodos con nosotros mismos.

¿Qué hacer ante un ataque de ansiedad?

Un ataque de ansiedad es una respuesta fisiológica a una situación de estrés, que puede estar provocado por una situación externa puntual (por ejemplo, ser testigo de un accidente) o por la acumulación de preocupaciones (vivencia de experiencias intensas y sensaciones de impotencia, miedo o angustia relacionados).
Ataques de ansiedad

Puede darse en cualquier lugar y momento –estando solo o acompañado- y le puede pasar a cualquier persona. No es una enfermedad, tampoco te estas volviendo loco/a, sino una manifestación física de que algo nos ha alterado, que inconscientemente nuestro cerebro  interpreta como una amenaza y desencadena una respuesta rápida del organismo similar a cuando sentimos pánico. Los síntomas más frecuentes son:

·         Aumento del ritmo cardíaco (taquicardia)
·         Dificultad para respirar
·         Dolor en el pecho
·         Sudoración excesiva
·         Sensación intensa de frío y/o calor
·         Pulso tembloroso
·         Mareo
·         Sequedad en la boca
·         Ganas de vomitar
·         Visión borrosa
·         Sequedad en la boca….

Estos síntomas pueden ir acompañados de un bloqueo mental, que impide a la persona racionalizar (pensar con tranquilidad y objetivamente) qué le está sucediendo. Puede tener la sensación de que está sufriendo un ataque al corazón, de que no puede controlarse o de que va a morir, aumentando así la preocupación y el nerviosismo sobre lo que le está sucediendo.

¿Qué hacer si nos encontramos con alguien que tiene un ataque de ansiedad?

Lo que NO debemos hacer:
  • -       Ponerle una bolsa en la cabeza.
  • -       obligarla a beber o darle alguna bebida estimulante (alcohol, café…)
  • -       hacerle muchas preguntas (interrogatorio)
  • -       explicarle nuestra experiencia o nuestros problemas

Lo que SI podemos hacer:
  • 1.    Si se encuentra en un lugar estresante, sacarla de ese lugar y llevarla a uno tranquilo.
  • 2.    Háblale en tono bajo y tranquilo, suavemente para relajarla y haz que respire contigo.
  • 3.    Le mostraremos cómo ha de respirar (respiración abdominal) haciéndolo nosotros con ella, paso a paso, suavemente:

-       Coloca una mano sobre el vientre,
-       Coge aire por la nariz (inspiración)
-       Contén la respiración (1 segundo)
-       Frunce los labios como si fueras a apagar una vela y sopla el aire lentamente (suelta el aire durante 4 segundos)
-       Nota como la mano desciende
-       Inspira (coge aire mientras cuentas mentalmente: 1,2,)
-       Mantenlo 1 segundo.
-       Sopla lentamente…
·         No  perder el contacto ocular con la persona, ya que está asustada y necesita una referencia. Aunque ella puede cerrar los ojos si eso la ayuda mientras respira.
·         Si al cabo de un minuto la situación ha empeorado, le cuesta respirar, tiene los brazos y las manos rígidas, llama a emergencias.
Sobre la bolsita para respirar:
Sólo si la persona se siente como si se asfixiara y respira muy rápidamente (hiperventilación) y tiene sensación de ahogo y falta de aire (disnea) y vemos que dura mucho, le diremos que le vamos a dar una bolsita (no muy grande) para que se la coloque alrededor de la nariz y la boca para respirar.
Se la ponemos nosotros si ella no puede, cubriendo sólo el trocito de nariz y boca, y quitándosela a ratos para que coja de nuevo aire fresco. Esta técnica ayuda a reequilibrar la ingestión de CO2 en la sangre que se ha visto disminuida al respirar tan rápido ingresando más cantidad de O2 –oxígeno- en sangre.
Es importante que la persona no se quede sola, no hace falta hablarle todo el rato, sólo estar allí a su lado. Después se la puede acompañar a dar un paseo que le puede ayudar a relajarse o dejarla descansar si lo prefiere.  
En el caso que nos dé un ataque de ansiedad estando solos:
-     El primer paso es controlar la respiración (hacer respiraciones lentas siguiendo la respiración abdominal indicada arriba). Cierra los ojos si eso te ayuda.
-       Sal si estás en un lugar bullicioso o estresante.
-       Pide ayuda (llama a emergencias, avisa a un amigo o familiar). No te quedes solo/a.